martes, 21 de agosto de 2012

XVIII


Antes de que se sequen
en mis labios los besos
para siempre,
y se descuelguen las caricias
que sobraron
sin que las note nadie,
ni aproveche.

Antes que la pupila
irremediablemente quede
sin reflejo,
que un hielo,
ya ni húmedo ni seco,
me resume en los poros
contraídos.

Antes que las neuronas
no den fruto brillante
ni mediocre,
que ansias de honestidad
y aspiración de justa
no lleguen
ni a frustrado intento.

Antes que absurdamente
queden mis dos pulmones
como adorno,
que el hueco del costado
migre de nido a tumba
y que mi vientre acepte
indiferente
los siglos sin comida.
Antes de no ser ya,
siquiera,
lo que he podido ser,
quiero,
antes que ocurra todo
lo que entraña la nada
para siempre,
haber vivido un día,
da lo msimo unas horas,
con la exacta conciencia
de las cosas.

Descifrar el misterio
de lo simple y sencillamente
equilibrado.
El punto en que la risa
es sólo risa,
equidistante centro
entre la carcajada
y la sonrisa.

El punto en que el valor
es exacta medida
entre lo temerario y lo cobarde,
y en que la libertad
es un total despliegue
sin barrotes de adentro,
ni cárceles de afuera.

En fin:
a perfecta distancia
oler la rosa,
beber el agua
sin que lleguen a sed
las simples ganas,
morder con apetito
ya distante del hambre
y de la inapetencia.
...y mirarme a sus ojos
en el momento justo
en que él me vea
como yo quise ser...
y no me pude.

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