martes, 21 de agosto de 2012
Ellas
Era el tiempo escupido por la muerte...
Sonaba a hueso roto el rumor de los árboles...
Era la vida horizontal vestida de uniforme,
la juventud vencida de vejez y cansancio
sonriéndole al veneno disfrazado de aire.
Era el sonambulismo decretado.
La delación bien vista.
La desbordante fiesta del saqueo oficial.
Un pueblo arrodillado a punta de fusil
ante los timoratos de prestigio,
ante los chupasangres
mimetizados todos de arrogancia.
Era el tiempo del miedo.
De soportar empellones
haciendo alarde de obediencia,
amordazado con autoadhesivos
de «derechos y humanos».
Eramos la larga caravana de silencio
contemplando la vida cuerpo a tierra
bajo la oscura luz dictatorial.
Y entonces:
Ellas...
Las vimos salir a dar la vuelta.
Vimos la lumbrarada insospechable.
Un posible futuro surgiendo de la nada.
Eran los ojos limpios.
El hilo umbilical de la Esperanza.
La amorosa sentencia inapelable.
Era la mansitud blindada.
La humildad amurallada de coraje.
Era la dignidad de pie.
El grito perpetrado
contra el asesinato y el ultraje.
Luminosa matriz del heroísmo.
La amorosa vanguardia inaugurada.
Savia y verdor de insurrección virtuosa.
Paciente y tenaz sol opuesto al hielo.
Eran Ellas:
Las Madres de la Plaza.
Alabadas sean
en el nombre del Amor,
y de los Mártires,
y del Futuro...
Amén.
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