viernes, 24 de agosto de 2012

XII


A mí me falta y sobra abecedario,
y diccionarios gruesos como troncos
me saben miserables e incompletos
cuando componer quiero
nada más un poema
a esta inmensa mujer,
luminosa y sencilla
que me tocó por madre.

Y me pregunto entonces
de qué vale este oficio,
mitad deber y hobby,
si no me sale un verso
como un himno,
que me la adorne toda,
que me la pinte
humilde, creadora y costurera
de las mejores virtudes que poseo.

De qué vale,
me digo,
si no encajo
las sílabas exactas
que muestren de esta madre
los rincones
profundos y dispares
como julio y enero.
Su indestructible aliento
de mujer luchadora,
la fibra transparente
de su melancolía.
De dónde saco yo
el palabrerío
para poder ganarle
en algo a la magia poética
de su ternura necesaria.

Cómo le copio en verso
su templanza,
y le refriego al mundo
tanto orgullo
por este privilegio, ¿cómo?

Yo quiero regalarle
un buen poema,
uno que le haga rima
con esa esencia grave,
con la pobreza digna
capaz de sacar todo
de la nada.

Pero no te seguí bien
en las lecciones, madre,
y no me sale.

Pero a la larga, Vieja,
seguro ha de gustarte
saber que lo intenté
con especial cuidado
y si no lo he logrado
no sólo es culpa mía,
es que a vos, mamá mía,
debieron dedicarte
poemas, nada más,
los que saben.

- Escrito en Octubre/1985 -

No hay comentarios:

Publicar un comentario