domingo, 13 de enero de 2013

5 meses sin Delia


“Luego veré de volver por aquí”, fue lo último que escribió Delia en una cadena de mensajes que utilizábamos a diario para comunicarnos. Eran las 17.26 de aquel nefasto domingo 5 de agosto. “Hay días malos”, se lee unas líneas más arriba, en ese mismo mensaje… Horas después un zarpazo brutal  apagaba su luz para darle paso a una oscuridad de siete días, antes del último empujón final hacia la nada.
Aquél era su último domingo… Aquél fue su último domingo.
¿Cuántos sinónimos tiene la palabra “último”?  Pocos e insignificantes…
¿Y la palabra “siempre”? Ninguno…
Resulta sugerente. Pero de tan real, resulta simbólico…
Las muchas veces que decimos, a lo largo del camino, “esta es la última vez”, “o esto es lo último que hago…”, sabemos muy internamente que no es cierto. Que lo último cuando sea “último”, lo sabremos cuando  ya fue. Cuando ya haya sucedido.  Algo parecido sucede con “siempre”. “Te querré para siempre”, “siempre seré…”, “siempre estaré…”.  Meras expresiones de deseo que nos inventamos  para aliviarnos la angustia de la finitud.
¿Cómo saber cuál será la “última Navidad”, el “último Año Nuevo”, el “último cumpleaños”, el “último abrazo”? Sólo cuando nos damos cuenta de que ya para “siempre” será así… Que ya no habrá otra Navidad, ni el próximo Año Nuevo, ni soplará nuevamente la velita, ni me abrazará en mi próxima alegría… Ya “nunca” volverá a ser como fue.
“Último” y “siempre” se encuentran unidos definitivamente en el  “nunca”.
“Nunca”… También agazapada en el pasado… “Nunca”… Otra promesa sin demasiados sinónimos.
Confieso también que me resulta imprescindible desconfiar de una palabra que de cuatro sílabas, las primeras tres son “sí” “no” y “ni”. “Si-no-ni-mo” es una palabra poco confiable…  Entonces “último”, “siempre” y “nunca” vuelven a ser veneradas. Vuelvo  a plagarlas de contenido… Cuando estoy asolada por el llanto, me subo a esa posibilidad y sentencio que así como desde hace cinco meses ya “nunca” volverá a ser como antes; “siempre” la necesitaré, “siempre” recurriré a su palabra, “siempre” la extrañaré. “Nunca” dejaré de amarla, “nunca” dejaré de necesitarla, “nunca” se apagará definitivamente su luz. “Nunca” será nada… Y así será hasta mi “último” soplo.
Algunos insisten en que debo reponerme, que la deje ir, que tengo que estar mejor… Como si reponerme, dejarla ir o estar mejor fueran representaciones posibles que la oscuridad de mi noche pudiera ceñir.
“Hay días malos”… Es cierto. Y noches también. Y largas.

Stella.


martes, 1 de enero de 2013

Llegó el 2013


El 31 de diciembre, en mi San Rafael natal, pasé una noche bulliciosa... como aquellas de la infancia. Rodeada de "Galileas" que son garantía de risas muchas. "Galilea" es el apellido de mi madre. Mi padre perdió su familia de muy niño... Y Galilea fue sinónimo de fiestas multitudinarias donde jamás faltaba rica comida, buen vino, gaseosas sin límite (que para nosotros, los niños de aquellos tiempos, era algo excepcional), exquisitos postres, charlas cruzadas, carcajadas sonoras, travesuras molestas, el infaltable truco de los hombres y las obligatorias y acaloradas discusiones políticas, que apuraban los finales ya entrada la madrugada...
Anoche hubo algo parecido... faltaron el truco, las travesuras y las discusiones (por suerte) pero sobró (si es que pueden sobrar) amor, risas, anécdotas, emociones, silencios "homenajeantes", miradas profundas y comprendedoras, abrazos apretadísimos, brindis "en memoria", brindis "por el pasado", brindis "por el futuro", (por el presente no hizo falta porque los estábamos viviendo), hubo muchos recuerdos y, fundamentalmente, excesiva generosidad.
A eso vine, entre otras cosas. A dejarme envolver por la esencia... A homenajear a Delia en nuestra tierra. La que nos vio nacer. La que nos abrazó en la vida. Tierra en la que ella me enseñó la mayor parte de lo que soy. Por momentos siento que aquí la despido... en otros que aquí la recupero... Y en todos esos momentos, enfrento el no poder creer que al regresar a Buenos Aires no podré llamarla para contarle toda esta catarata de vivencias... para mostrarle las imágenes de la nostalgia...

Me conmueve, me exalta, me embelesa, compartir esto con mi hijo, Lautaro amado... Verlo anoche reír generosamente con las mismas anécdotas que me divertían en mi infancia, verlo ser bienvenido por la opulenta nobleza de mis primos, verlo ofrecerles su arte, es un regalo que le agradezco a esta nueva, desconsolada, vida que voy transitando.
Y a mi lado, el compañero... mi-Musante, corriendo la misma suerte de mi regocijo...
Gracias Lautaro por venir. Gracias Musante por escoltar inclaudicable...
Gracias Héctor, Ricardo, Raúl, Analí... a sus hijos, a sus nietos... por recibirnos en su mesa tendida con el desborde de lo incondicional.
Gracias San Rafael por devolverme caminos lejanos, paisajes viscerales, ayudando a la memoria, ese sexto sentido siempre dispuesto a arrobarnos...
Allá vamos, 2013... a transitarte expectantes... esperando que nos permitas poner flores alrededor y "maquillar" un poco ese agujero negro, profundo e inenarrablemente doloroso que nos dejó el 2012...


(Respuesta a alguien que me hizo un comentario:
El desconsuelo va y viene y sé que durará por siempre... Igual intenté el mejor festejo que pude porque sé perfectamente que a Ella así le hubiera gustado. Y me parece que fue saliendo bonito... Mi hermana era una militante de la vida. De la memoria, de la justicia. El desconsuelo está, pero también está la emoción de haberla tenido y de reconocerme en ella. Anoche uno de mis primos me llamó "Delia" toda la noche... y luego me pedía disculpas... pero yo me sentía orgullosa de su equívoco. Acá la tengo... entre los árboles, en el olor a verde del Valle Grande, en las anchas veredas de lo que fue mi casa, en la mirada de mis primos, en el abrazo consolador de Lautaro cuando sabe que me viene el llanto, en la emoción de Fernando cuando la nombra... Como dije en algún escrito que desparramé por ahí... la extraño horrores, pero paradójicamente ahora hablo con ella más que antes... ahora hablo con ella todo el tiempo.)