lunes, 19 de octubre de 2015



Al poco tiempo de irme a vivir sola puse en un vaso con agua una semilla de una palta que me había alimentado una solitaria noche de mi primera casa, un monoambiente que apenas podía pagar con mi magro sueldo de secretaria...
A los pocos días la semilla largó su raíz y luego fue un amoroso viaje biológico ver crecer ese brote verde e ir convirtiéndose en un arbolito perfecto en sus proporciones y verdes. Muchas veces tuve la sensación de que si me quedaba mirándolo fijamente durante algunas horas podía ver su crecimiento.
Del vasito pasó a un frasco, del frasco a un florero, de allí a una maceta y ya no se pudo más porque el monoambiente era muy monoambiente.
El amigo de un amigo tenía un enorme patio en las afueras de Capital y allí fuimos a trasplantar a mi compañero verde. Fue toda una emoción esa ceremonia que coronamos con gran asadito y brindis. Volví a regarlo varias veces durante algunos años y lo ví convertirse en gran árbol que daba frutos.

Algunos años más tarde la vida me premió con el premio más premio de todos los premios. La dimensión exacta y perfecta del amor vino a mi vida llamándose Lautaro, y me convertí en madre. ¿Hay palabras para definir ese júbilo? Debe haberlas pero esa es tarea de escritores. Solo puedo decir que ya nada fue igual, que todo tuvo, tiene y tendrá color, olor y sabor a maternidad. Mis logros son los suyos, sus logros son mi orgullo. Lo vi nacer, lo vi crecer, lo vi volar... Lo veo hoy, hombre, plantado en sus convicciones, brillante en sus talentos. Y es la vida para siempre.

Para compensar tanta vida mi libro nace de las entrañas del dolor, de la oscuridad del zarpazo de la muerte. Pero nace, y es vida también. Vida trasmutadora de dolor. Coraje para enfrentar lo inmortal.

Lo inmortal. Un árbol, un hijo, un libro. Ese árbol, ese hijo, ese libro dirán que estuve aquí.

Por eso este hueco que me atraviesa la panza. Por eso esta sensación de inmensidad que me atorbellina. Por eso este abrazo que me acuna. Los espero allí hoy.

jueves, 13 de agosto de 2015

Tres años.

Es necesario conversar a solas con las lágrimas. Las que sacamos con nuestros ojos a cuestas una tarde de invierno malherido y vuelven misteriosamente con la puntualidad rota de la ausencia. Es posible escucharles su voz para que nos cuente de su encuentro con un sueño perdido. Hay que aprender a confiar en los secretos de las lágrimas escondidas en los pañuelos.
En atardeceres quebrados, cuando la quebradura es amplia, lado a lado del dolor, suelen convertirse en compañeras fieles.
(Atardecer de un 13 de agosto, en un pueblito que huye de las aguas)

miércoles, 12 de agosto de 2015

La víspera...

Fue domingo la víspera del infierno.
Frío y oscuro.
La esperanza, que es involuntaria, se convocaba terca al costado de esa cama.
¿Me oís? ¿Me oís? ¿Podes oírme?
Un soplo levisimo movió tu pulgar inmóvil y fue el sí más sí que yo escuché en toda mi vida.
¿Si? ¿Me escuchabas? ¿Me escuchaste? ¿Llegaste a oír mi amor hecho palabras? ¿Mi desasosiego hecho esperanza?
No lo sé ni lo sabré nunca.
Pero confío en el poder de nuestro vínculo. En ese nido se alberga nuestro para siempre.
Hoy, a estas horas, yo me aferraba a tu pulgar como un naufrago al madero. Y toda vía floto, aferrada, en el mar de incertidumbre que es la vida sin vos.
Te extraño.
Te extraño.
Te extraño.
Hermana. Hermana mía.
12-8-2015

AGOSTOS

Tengo mil agostos clavados en el ánima. Mil agostos que de tan sustantivos no hay adjetivo que resista. Mil agostos milenarios de tan miles. Vino primero un veinticuatro que aguijoneó con la pronta finitud de mi padre en un diagnóstico terminal que heló la mendocina helada. Luego hubo un nueve que me subió a un tren con destino a rascacielos aplastando la nariz en la ventanilla desde donde fueron perdiéndose los amigos con las manos en alto. Un zarpazo de garra sobre el vientre rompió una bolsa vital un dieciocho naciendo al mundo al más pequeñito de todos los titanes que no pudo con tanto aliento y se fue despacito un veintiséis dejando rota la ternura y rebalsada leche amarga en inútiles pezones. Un llanto todo sobrevino aquel agosto de lunas rotas. Pero más tarde y tan temprano llegó ese cinco alevoso y traicionero de flujos errados sin destino. Un cinco que dejó sin lágrimas al tiempo fuera del tiempo hasta el trece más trece de los trece. Entre ese cinco y ese trece la vida se volvió un para siempre sin hermana.
Tristes efemérides de agosto.
Tengo mil agostos clavados en el ánima. Mil agostos que de tan sustantivos no hay adjetivo que resista. Mil agostos milenarios de tan miles. Vino primero un veinticuatro que aguijoneó con la pronta finitud de mi padre en un diagnóstico terminal que heló la mendocina helada. Luego hubo un nueve que me subió a un tren con destino a rascacielos aplastando la nariz en la ventanilla desde donde fueron perdiéndose los amigos con las manos en alto. Un zarpazo de garra sobre el vientre rompió una bolsa vital un dieciocho naciendo al mundo al más pequeñito de todos los titanes que no pudo con tanto aliento y se fue despacito un veintiséis dejando rota la ternura y rebalsada leche amarga en inútiles pezones. Un llanto todo sobrevino aquel agosto de lunas rotas. Pero más tarde y tan temprano llegó ese cinco alevoso y traicionero de flujos errados sin destino. Un cinco que dejó sin lágrimas al tiempo fuera del tiempo hasta el trece más trece de los trece. Entre ese cinco y ese trece la vida se volvió un para siempre sin hermana. 
5-8-2015

Esperanza vana

Se abría por estas horas una esperanza que demoraba lo que se anunciaba a gritos. Nos subimos a ese barco de ilusión que duró un suspiro. Su fuerza nos ayudaba a prepararnos para lo definitivo. Así de mucho era. Es. Será. Siempre.
10-8-2015 (a eso de las siete de la tarde) 

viernes, 3 de julio de 2015

seis del seis

Nunca me gustó el invierno. Su cercanía siempre, desde niña, me ha producido una pena honda. Supongo que fue influencia de mi madre que repetía hasta el cansancio que el invierno era tristeza pura.
Sin embargo junio, mes de su comienzo, llegaba en mi vida de antes con sabor a alegria y a festejo. El 6 de junio era el cumpleaños de Delia. 6 del 6. Hasta su fecha tenía poesía. Hubo un cumpleaños que para mi fue pura magia. El 6 del 6 del 66. Yo tenía 6 años y todo eso me parecía un buen presagio para mi hermana. Así de tonta era yo de niña. Y nada ha cambiado demasiado. Ahora ando buscándole señales a la sin razón. Hoy hubiera sido el cumple de Delia. 6 del 6. Y ella hubiera cumplido 66 años. Y la estúpida muerte nos robó esa posibilidad.
Sigo sin entenderlo. Sigo sin aceptarlo. Sigo sin digerirlo. Aunque crean que exagero la pienso cada noche y cada mañana cuando despierto con la sensación de haber llorado y sé que es porque he soñado sin ella. La extraño cada hora y la invoco en cada hecho. Me cuesta el camino sin ella. Me cuesta junio y el invierno es bastante más frío desde temprano aunque se demore. Ya sé que tengo que celebrar haberla tenido y haberme tenido en ella. Pero el 6 del 6 tiene ahora un color tan distinto. Un sabor tan amargo...

lunes, 11 de mayo de 2015

Noche y mañanas

Mirá que lo he intentado, eh. Pero no creo que nadie, nadie, nunca pueda entender lo que me significa tu ausencia.
He aprendido a callar. No sabes lo que me cuesta. Pero ya casi no lo digo. Ya casi no te nombro. Entonces creen que "ya pasó". He vuelto a la normalidad de los días para que no crean que enloquezco, para que no me miren de soslayo, para que no sientan que me creo la dueña del dolor.
Pero no hay normalidad ni la habrá nunca, y enloquezco cada noche antes del sueño, y soy la dueña del dolor. Soy la dueña de todo mi dolor, de toda tu ausencia. Cada cual es dueño de su dolor.
Abomino el paso de los días que te vuelve mas presente en tu ausencia, mas ausente en tu presencia.
Te extraño.
Mucho.
Más y mas con el correr de las horas.
Y mas te extraño cuando la vida se viste con sus mejores ropas.
Pero ya voy entendiendo que nadie, nadie, nunca podrá entender lo que me significa tu ausencia. Y que te pienso cada una de mis noches y cada una de mis mañanas.

viernes, 16 de enero de 2015

Recuerdos

No puedo escribir sino de ella. De la penumbra tibia de sus ojitos negros. De la docencia de sus palabras, reales y dulces, siempre atentas, siempre alertas, fundando manifiestos esenciales. Perdida en esta nueva ciudad que hoy me anida, busco la sombra blanda de su figura, ligera y movediza, en cada esquina, en cada calle. Porque ando apencando blandamente la mentira infinita de su muerte.

miércoles, 14 de enero de 2015

Algún 13

La veo.
Siempre la veo.
Aunque no la nombre,
aunque no me crean.
La veo.
Y me rescato en su imagen.
La veo sonriendo,
la veo llorando.
La veo.
En el espejo la veo.
Sobre todo cuando consigo
desafiarme al buen vivir.

(13/01/15)

martes, 13 de enero de 2015

Caminar con vos



"Te quisiera ver en mis zapatos", "qué harías vos en mis zapatos", "no te deseo que calces mis zapatos" son frases que he escuchado mucho cuando niña. Es una frase con peso en el libro de mi historia. De boca de mi abuela, de boca de mi madre y también de boca de mi hermana...

Delia vuelve cada día desde esta nueva forma eterna de su existencia. Vuelve a cada rato en un recuerdo, en una necesidad, en una Santa Rita que asoma por un balcón, en una imagen del Che desde una remera, en un sabor, en una receta, en una hamaca de una plaza, en una pregunta divertida de un niño, en la ansiedad de una mirada adolescente, en un árbol añejo, en una nube con forma. Vuelve. Todo el tiempo vuelve. Anoche volvió en tres pares de zapatos que la acompañaron en el recorrido de sus últimos años, de sus últimos días. Delia y yo calzábamos lo mismo: 34/35 según la horma. "Piecitos de princesa tienen estas dos", solía decir mi madre.

Los zapatos de Delia. El mejor regalo que Papá Noel podía hacerme en esta Navidad 2014, en los umbrales mismos del 2015, cuando pareciera que reír con ganas ha vuelto a ser posible. Reír con ganas y convocarla en el brindis con un poco de serenidad. Sus zapatos. Los he extrañado, los he deseado, los he necesitado. Los extraño, los deseo, los necesito. Los tengo. Los miro , los toco, los huelo, los atesoro. La encuentro en ese olor extraño de lo que no se usa hace tiempo. Los calzo. Mis pies se acomodan en ellos como si fueran míos... "No quisiera estar en tus zapatos, hermana", me digo. Pero estar en ellos es hoy el nombre de un consuelo.



Gracias Marina, Magdi y Meli.