sábado, 25 de mayo de 2013

25 de mayo, a 10 años...



El 25 de mayo de 2003 lo pasé, por supuesto, en casa de Delia. Sentaditas en la cama de mi madre (también era su casa en aquellos tiempos) las tres juntas vimos el acto de asunción de Néstor Kirchner. Discutimos ese día con mi hermana. Ella no confiaba en él... Yo tampoco. Pero a ella la atravesaba el enojo y a mí la esperanza. Le pedí que confiara un poco, que le pusiéramos un poroto... y me tiró con la historia de esos últimos años por la cabeza. A mí me costaba mucho discutir con ella. Pero ese día me mantuve en mi postura lo que costó que viéramos todo el acto en un tenso silencio. Cuando ya al atardecer decidí irme salió a despedirme a la puerta de calle y abrazándome apretado me dijo: "Ojalá tengas razón, Ste, y sea yo la equivicada. Lo deseo con el alma".
La fui viendo esperanzarse, emocionarse y comprometerse con este Proyecto Nacional y Popular.
Compartí con ella las lágrimas tristes del 27 de octubre de 2010 y las de alegría del 10 de diciembre de 2011... Plazas compartidas...
La extraño tanto hoy, mientras organizo ir, una vez más, a esa misma Plaza que nos convoca...

Está en este blog, pero aquí posteo lo que escribió el día que Néstor se fue... Eso resume su devenir entre su desconfianza del 2003 y ese fatídico día...

domingo, 12 de mayo de 2013

Eso de abrirse al corazón



Eso de abrirse al corazón
tiene su riesgo, su parte buena
y uno que anda siempre a la defensa
carga tanto miedo a sus espaldas
se armó su casa, su coraza
de este costado izquierdo nadie pasa...

Eso de abrirse al corazón,
dejarlo dar la cara a los demás
y que busque un lugar donde tenderse
y confundirse en fraterno codo a codo.
Un solo corazón de corazones
confiando en ser amado, amando tanto.

Eso de abrirse al corazóm,
aunque uno duda y teme los fracasos,
puño entreabierto, héroe cotidiano
pulsando la verdad, tomando y dando.
Con ese único oficio, aunque nos duela,
de asumir dicha y pena, risa y llanto.

Eso de abrirse al corazón,
dejarlo abrir de par en par, 
cara a cara al mañana y al tal vez,
animando confianza y aguantando herida, 
abierto, pulso a pulso, y pese a todo
a lo que puede aún llamarse vida.

MARÍA DELIA MATUTE


(Aporte de Nahuel. ¡Gracias!)

sábado, 11 de mayo de 2013

El duelo en los tiempos de la inmediatez


"...la tragedia siempre siembra
un silencio pesado."
María Negroni

“Después del final de la palabra
empieza el gran alarido eterno”.
Clarice Lispector



Me declaro absolutamente incompetente para comprender la muerte.
Me declaro absolutamente incapaz de aceptarla.
Sería lógico, y deseable, que si venimos a esta vida con la única certeza de que vamos a morir y comenzamos a morir con el primer aliento, viniéramos genética, natural y biológicamente preparados para comprenderla y aceptarla.
Pero no.
Y no me vengan con tonterías. Que estoy en la etapa de la ira...
Para colmo hoy vivimos con el tiránico mandato del “ya”. Todo es inmediato y efímero y fugaz y los duelos no escapan a esa consigna.
Me exigen, buenamente, un duelo urgente...
Entonces los engaño... Les doy el gusto...
No hablo. O hablo poco. Y sonrío. Y digo “bien”. Y trabajo, como, camino, proyecto, brindo, actúo, origino, procedo... Y apenas si digo lo que me pasa. Apenas, lo juro. Aunque lo que me pasa sea tanto que en cuanto lo esbozo, ahoga.
Acepto en disconformidad absoluta la soledad del dolor. Y descubro sorprendida que esa soledad se construye exactamente por eso... Porque cuesta mucho soportar el dolor del otro.
Pero es así, y es razonable.

Todo ha sido tan inmediato. Tan vertiginoso. Delia se fue tan súbitamente, acechada por el arrebato de la estúpida muerte; y rodeada por el estupor de los que no podíamos comprender y seguimos sin poder hacerlo.
Tuve que despedirme con apremio, con urgencia, fugazmente, de su inteligencia, de su vitalidad y de su compañía.
No tuve lucidez ni claridad para despedirme de ella gloriosamente, y me niego entonces a tener un duelo efímero. Aunque sea en soledad.

Esta semana de mayo coincide exacta y demoníacamente con la de hace nueve meses. Domingo 5. Lunes 13. Nueve meses.
Nueve meses han pasado y es nada. Sigo ahí, ahí, absurdamente asombrada; ásperamente rota; toscamente derribada. Ahí. Sigo ahí, rogándole que me perdone mi inmadura ineficiencia. Sigo ahí, culpándome por no poder cumplirle uno solo de sus expresos deseos, ni una sola de nuestras risueñas fantasías. Sigo ahí, sin poder cumplírselos. Y no podré cumplírselos ya nunca. Porque no pude cantar (qué ocurrencia) y seguiré llorando. Porque no puse música. Ni al Ché. Porque no pude evitarle cruces ni flores. Porque no pude ocultar el pudor de su pequeña palidez... Porque no será del agua ... Ni de la Plaza. Porque quedé estaqueada a la última morada. Sin palabra ni acción que la contenga. Sin relato que la explique.
Eso sí: propuse un brindis, eso pude, y brindé con un malbec, que a ella tanto le gustaba, por lo mucho, por su luminosa vida tempranamente interrumpida.
Nada de lo efímero puede acercársele a este duelo.
Nada de lo inmediato ni de lo raudo.
Nueve meses. Nada y todo. Apenas el tiempo de la gestación de esta pena. Toda la hora de parir este dolor. Ya está maduro. Parirlo y acunarlo. Y dejarlo crecer, porque amerita. Así será... cada vez más grande y no a la inversa. Descomunal lamento. Inmenso en medida proporcional a lo inexplicable y devastador de esta ausencia.
Nueve meses. Asisto al nacimiento de este luto. Es el silencio. Es el alumbramiento del alarido silencioso. Y extremo.
Stella
mayo´13