miércoles, 25 de junio de 2014

a 36 años de aquella final


El 25 de junio de 1978 mi sobrina Marina, la primer hija de mi hermana, cumplía 3 años. Era domingo y hacía mucho frío. Nos juntamos en casa de Delia a festejar el cumple de la pequeña y, obvio, a mirar la final del Mundial de Fútbol.
Aquel Mundial… Aquel Mundial…
Todos los que estábamos ahí lo criticábamos pero también todos gritamos los goles argentinos. Y también todos salimos a la 9 de julio, con distintas sensaciones, a festejar. Delia y el que era su marido, el padre de sus tres hijas, estaban muy conmovidos con la multitud. Se miraban extrañados y cómplices. Cuando fuimos acercándonos al Obelisco mi sobrinita se asustó y su papá decidió volverse a la casa con ella. Nos quedamos Delia y yo… Anduvimos de acá para allá entre emotivas y conmocionadas. En algún momento Delia se puso a llorar y me pidió que fuéramos volviendo. En el camino de regreso me dijo: “vi a dos compañeros… están vivos…” La abracé. Nos abrazamos. Estuvimos largo rato abrazadas en una esquina. Ella lloraba y yo también. Ella sabía por qué y yo no tanto… Años más tarde me dijo: “aquel día sentí que los genocidas se habían equivocado… que en su soberbia maléfica nos dejaron salir a la calle y vernos las caras, volver a vernos las caras y mínimamente saber quiénes todavía resistíamos”…

Delia… la extraño siempre mucho. A veces más.

viernes, 13 de junio de 2014

Junio. 22 meses.

Apunada mi alma en la altura de tu ausencia, se refugia desprotegida en el vértice tierno de los recuerdos. Entonces me veo niña de sonrisa fácil subiendo por el borde de tu mano para colgar mis ojos en los tuyos, ávida por saberlo todo. Me calzo zapatos guillerminas para verte abotonarme su presilla. Compro cuadernos tapa dura para que me los forres con azul araña. Busco la calesita de la esquina para dedicarte la jubilosa sortija. Mas no alcanza. Nada alcanza.

¿Cómo se hace para "alcanzar" el consuelo? Qué rezos, qué ceremonias, qué introspección, qué búsqueda... qué religiosas voluntades deberían engarzarse en el altar de la falta... Busco, me alecciono, me disciplino en rigurosas devociones, buceo en resplandecientes soledades, sostengo manos en rezo, entono la brumosa letanía del "om", me esperanzo en esa luz extraña, me ahueco en aquella oscuridad, canto aquella oración y te la dedico, me asiste algún sueño reparador con un abrazo... Pero nada. El silencio de tu voz silenciada me ensordece. Y da paso, inevitable, al doliente lamento.

jueves, 5 de junio de 2014

Segundo 6 de junio de ausencia

6 de junio. Segundo 6 de junio sin vos, hermana mía.
Esta fecha que hoy duele hasta en los huesos fue jubiloso festejo. De los grandes.
La prepotencia de tu ausencia me enseña que tu fecha era, también, un poco mía. Yo la esperaba. Diseñaba sorpresas. Elegía regalos. Celebraba tu vida y tu vida en mi vida. Te extraño. Te invoco. Ahí estás, sentada en el borde de mi hombro bebiéndote mi abrazo. Acá estoy, colgada en el trapecio de tus ojos, espiándote una mirada. Tu empecinada presencia en el absurdo vacío que no cesa me va construyendo a la Delia de hoy. A la Delia que me habita. Desde ahí celebro hoy todos los 6 de junio que tuvimos. Celebro tu vida, hermana mía. Levanto una copa de buen Malbec y brindo. ¡Hasta la Victoria. Siempre. Hermana. Compañera. Amiga!