sábado, 21 de septiembre de 2013

Una nota para Voz de Vos II

COMPROMISO: ¿real o imaginario?
Apuntes para una reflexión

Para tratar de comprendernos, partamos desde alguna base conceptual.
Compromiso: obligación contraída ante uno mismo o frente a otro u otros.
No intento dar una definición profunda, sino suficientemente esquemática, con lógica y rigor comprensible, porque la función práctica del compromiso es más importante que la teórica.
Desde mi punto de vista, todo núcleo social tiene compromiso; todo individuo, también.
Por muy "secreto" que intente llevarlo, cada quien está comprometido.
En cada adulto hay una estructura comprometida que le sirve de estímulo en las realizaciones.
Básicamente nuestros más profundos compromisos son inconscientes. El reconocer que es así y reflexionar sobre ellos, los vuelve conscientes y ¡ahí sí, hay que vernos! Porque comienzan a condicionar nuestra actividad.
Cuando la conciencia queda comprometida surge la crítica sobre nuestro accionar en relación con el mundo. Corremos el riesgo de ver la diferencia entre la relación real con lo que nos rodea y la relación imaginaria con ello.
Personalmente, apoyo la desmitificación de "compromiso" como patrimonio de algunos. Todos estamos comprometidos y el resultado global de la realidad que tenemos es el fruto de una mayoría comprometida con lo que da ese resultado.
¿Suena como un juego de palabras? Bajémoslo a la realidad, entonces.
Supongamos que la mayoría absoluta tiene un compromiso consciente contra la coima. Si saliéramos a preguntar por la calle, lógicamente acumularíamos respuestas efectivamente de rechazo al soborno. Pero es un rechazo imaginario, porque para que socialmente triunfe, y de forma tan estruendosa, la coima, se necesita quien coimee y quien se deje coimear. ¿O no?
Alguien ha asegurado que una cadena vale lo que vale su eslabón más débil. Así, todo nuestro accionar comprometido vale lo que vale la más débil de nuestras actitudes. Las razones de esas actitudes, los porqués, las justificaciones, ya son otro tema.
No creo que esta consigna planteada, de teorizar sobre el comprometerse, se un requerimiento fortuito. No es casualidad sino causalidad. Creo que estamos cansados de esta realidad (tal cual ella es en estos precisos momentos) con la que estamos comprometidos.
He aquí la razón profunda del tema que nos ha tentado: ¿qué compromiso entablar con nostros mismos y con los demás para transformarnos y transformar?
Bien, hasta aquí he llegado. Esta pregunta es una frontera.
Sería magnífico que quienes avancen y tengan alguna que otra respuesta, la compartan (y practiquen el contenido al mismo tempo, como para ir despuntando lo de "compromiso").
...Ahora bien. ¿Ustedes creen que esta nota es muy comprometida? ¿O que me puede comprometer? Lo que pasa es que me comprometí a decir algo y quedé pegada... ¡Hay gente que lo compromete a uno con cada cosa!... Hubiera sido más sencillo algo como:
"yo COMPRO, usted METE
¡y nos repartimos la ganancia! 
¿Y si aprece la DGI? ¡Vamos, che!... 
Acá siempre hay cómo arreglar..."

¿No es cierto?
María Delia Matute
Mayo, 1996
(para la Revista Barrial Voz de Vos)


viernes, 13 de septiembre de 2013

...



Allí van.
Se me han adelantado
orgullosos, al fin, 
de verse liberados
del doloroso encierro
en que los estrujó mi corazón. 

Allí van…
vacilando seguros.
Envueltos en ropaje de palabras
van llevando mi sangre.

Ya no me pertenecen
y no hay en ellos nada 
que no me pertenezca.

Allí van
alardeando de amores
que en mi costado son 
constantemente.
Y aún más:
van alardeando desamores, 
desesperanzas, duelos y agonías.

Allí van…
Algunos van de pie,
y otros gateando,
o rengueando,
o de rodillas…
Pero van…
Van hechos
o contrahechos,
pero, al fin! cara al aire.

La vida los asista!
Poemas frente al mundo!
mis
POEMAS A LA VISTA

Maria Delia Matute (MDM)

(Aporte de Meli)

Una nota para Voz de Vos...

I CHING – El Libro de las Mutaciones
Apuntes para una reflexión

MARÍA DELIA MATUTE
Setiembre, 1996.

Desde hace unos años –ya son unos cuantos- vengo yo aliviando lo cotidiano con la lectura, el estudio, el intento de comprensión o interpretación del I Ching. El I Ching, indudablemente, es una herencia preciosa de esa cultura milenaria que elaboró el alma china.
En ese horizonte estrecho, aunque necesario y valioso, de lo cotidiano, la lectura, las especulaciones que genera el I Ching giran alrededor de un sentimiento humanitario capaz de abarcar la totalidad de la vida.
Un libro que se presume – al menos yo presumo, por lo que he leído- escrito alrededor del año 1000 a.C. no puede ser “publicitado” con frases modernas como “lectura amena”, “lenguaje claro y sencillo”, “divertidas aventuras”... Pero, sin embargo, como escuché decir alguna vez, se puede afirmar que no ha envejecido, que está vivo y ayuda, cuanto menos, a reflexionar con serenidad sobre cualquier tema. Ciertamente no es un libro que se domina en una ojeada. Es, más bien, un amigo silencioso que sabe poner la mano en el hombro, haciéndonos sentirla mientras uno soporta la vida tal cual es: a veces pesada y a veces liviana. Ocurre –y el cómo ya es otra cosa- un intercambio espiritual que decanta en fuerza vivificante.
Digo que se vivifica nuestro espíritu, no que se cambia, no que se transforma en espíritu chino químicamente puro. Mientras lo leemos y releemos, nuestro espíritu seguirá, nos pese o no, siendo occidental; seguiremos viviendo en esta sociedad e inmersos en los problemas que tenemos, tanto los sociales como los personales.
Sobre esto quiero insistir, porque deseo –ojalá lo lograra- explicarme, sin dejar de brindar mi ternura y alabanzas al I Ching. Si el libro ya casi cumple 3.000 años, pertenece lógicamente a un periodo alejado en extremo del desarrollo científico de este tiempo; de este HOY en que nos tomamos de su mano y nos dejamos conmover y conducir. Entonces, creo yo, tenemos que ser claros y los más consecuentes posible; no actuar como si importáramos supersticiones exóticas con la esperanza de obtener de ellas el remedio para nuestras enfermedades occidentales contemporáneas.
Para evitarlo, posiblemente sea imprescindible reconocernos profundamente como occidentales, sentir que formamos parte de esta construcción –con sus males y sus bondades-, como el granito de arena forma parte de la playa, y que al mismo tiempo somos constructores de este modo o sistema occidental. Y aquí sostengo que, al construir, uno aporta o a lo malo o a lo bueno. Cada hombre es su conciencia y sus actos. Y, lógicamente, es desde esa conciencia, desde ese espíritu, que especulará al indagar el I Ching.
No se me escapa que cuanto expreso resulte, al cabo, sólo un montón de vaguedades, inquietudes sin otra importancia –si es que la tienen- que la de transmitirlas e intercambiar opiniones, si alguien se interesara en ello.
Nadie debe, o debiera, abandonar el espíritu de su tiempo, de su cultura, de las concepciones vitales de las que participa y en las que se desarrolla. Acercarse a cualquier concepción humana, ya sea religiosa, artística, social, de cualquier época y/o civilización, no debiera ser, por respeto, un mero y vacío intento de imitación.
Debe haber una forma de considerar y entender y aprovechar ese saber, generosamente legado y resguardado hasta nuestros tempos, sin caer –y he aquí lo que impulsa e interesa- en el estadio del mono, que imita casi al pie de la letra, pero no deja de vivir comomono en cuanto termina la imitación.
Para los eruditos sinólogos (sinólogo: estudioso de la lengua, la cultura y la literatura de China) de Occidente, el I Ching es nada más que “una colección de absurdos ensalmos mágicos”. Eso es, por lo tanto, para todo Occidente y yo caigo en las generales de la ley. Debo aceptar que participo de esa definición dada por la flor de la intelectualidad de la civilización a la que pertenezco. Pero no por eso se me obligará a renunciar al placer de admirar y amar esta obra basada, no en los principios de la ciencia que conocemos y que entonces no existía, sino en otros principios, de otro tiempo y otra civilización.
Para nosotros, la ciencia es una necesidad y, por supuesto, un gran logro. Por razones que yo desconozco y que seguramente otros expliquen, hemos preferido la ciencia a la sabiduría, la utilidad a la belleza (la habilidad de obtener está mejor vista que el arte de ofrecer). No supimos crear un sistema de valor paralelo entre ambas. Anhelamos crear ese sistema en el que podamos, sin renunciar a la ciencia, rescatar la sabiduría, desarrollar a nuestro alrededor el gusto por la belleza (no de objetos, sino de acciones), reducir las necesidades.
El I Ching es sabiduría humana desarrollada en otras condiciones, pero ¡humana al fin! no es casual que nos influya, sino que lo hace justamente por esa causa. Ese conocimiento milenario tal vez nos ayude a lograr cierta equivalencia entre ciencia y sabiduría al servicio de lo humano. Esa sabiduría que alguna vez sacrificamos.
Los años de vida me hacen creer que –el psicólogo suizo, Carl Jung, lo explica muy bien- nada puede ser sacrificado siempre. Todo vuelve bajo una forma cambiada. Cuando lo sacrificado retorna, vuelve con un cuerpo más sano y resistente para soportar una gran transformación.
Deberá ocurrir lo mismo con la sacrificada sabiduría humana.
Que así sea. 

13 meses

Hoy es 13 y ya van 13 meses.
Por ahora "el tiempo" no es ese aliado del que tanto me han hablado y me hablan. Ese "tiempo" que se supone me ayudará y me aliviará.
 Por ahora "el tiempo" es un enemigo, que acecha como aliado de un silencio que me exigen y me daña... 
Hoy es 13 y ya van 13 meses...


domingo, 1 de septiembre de 2013

NEUROSIS


NEUROSIS
(no lo había titulado al escribirlo 
y al leerlo ahora pensé ¿qué otro título?)

Tensa sus hilos 
la trampa de la pena
delgados y brillantes
aprietan en mis sienes.

Hoy todo lo marchito
nomás con la mirada.

A sus anchas 
pastorea el pesar 
en mi conciencia. 

Hoy, toque lo que toque,
dejo una huella
de abeja lastimada.

La Esperanza,
agobiada de intentos,
se apoya peligrosamente
en la baranda de mi alma.

Hay palabras que no precisas labios.
Hay respuestas que no quieren preguntas.
Y hay evidencias que ni siquiera 
resisten la mirada.

MDM -1996

Gentileza de Nahuel.