jueves, 13 de agosto de 2015

Tres años.

Es necesario conversar a solas con las lágrimas. Las que sacamos con nuestros ojos a cuestas una tarde de invierno malherido y vuelven misteriosamente con la puntualidad rota de la ausencia. Es posible escucharles su voz para que nos cuente de su encuentro con un sueño perdido. Hay que aprender a confiar en los secretos de las lágrimas escondidas en los pañuelos.
En atardeceres quebrados, cuando la quebradura es amplia, lado a lado del dolor, suelen convertirse en compañeras fieles.
(Atardecer de un 13 de agosto, en un pueblito que huye de las aguas)

miércoles, 12 de agosto de 2015

La víspera...

Fue domingo la víspera del infierno.
Frío y oscuro.
La esperanza, que es involuntaria, se convocaba terca al costado de esa cama.
¿Me oís? ¿Me oís? ¿Podes oírme?
Un soplo levisimo movió tu pulgar inmóvil y fue el sí más sí que yo escuché en toda mi vida.
¿Si? ¿Me escuchabas? ¿Me escuchaste? ¿Llegaste a oír mi amor hecho palabras? ¿Mi desasosiego hecho esperanza?
No lo sé ni lo sabré nunca.
Pero confío en el poder de nuestro vínculo. En ese nido se alberga nuestro para siempre.
Hoy, a estas horas, yo me aferraba a tu pulgar como un naufrago al madero. Y toda vía floto, aferrada, en el mar de incertidumbre que es la vida sin vos.
Te extraño.
Te extraño.
Te extraño.
Hermana. Hermana mía.
12-8-2015

AGOSTOS

Tengo mil agostos clavados en el ánima. Mil agostos que de tan sustantivos no hay adjetivo que resista. Mil agostos milenarios de tan miles. Vino primero un veinticuatro que aguijoneó con la pronta finitud de mi padre en un diagnóstico terminal que heló la mendocina helada. Luego hubo un nueve que me subió a un tren con destino a rascacielos aplastando la nariz en la ventanilla desde donde fueron perdiéndose los amigos con las manos en alto. Un zarpazo de garra sobre el vientre rompió una bolsa vital un dieciocho naciendo al mundo al más pequeñito de todos los titanes que no pudo con tanto aliento y se fue despacito un veintiséis dejando rota la ternura y rebalsada leche amarga en inútiles pezones. Un llanto todo sobrevino aquel agosto de lunas rotas. Pero más tarde y tan temprano llegó ese cinco alevoso y traicionero de flujos errados sin destino. Un cinco que dejó sin lágrimas al tiempo fuera del tiempo hasta el trece más trece de los trece. Entre ese cinco y ese trece la vida se volvió un para siempre sin hermana.
Tristes efemérides de agosto.
Tengo mil agostos clavados en el ánima. Mil agostos que de tan sustantivos no hay adjetivo que resista. Mil agostos milenarios de tan miles. Vino primero un veinticuatro que aguijoneó con la pronta finitud de mi padre en un diagnóstico terminal que heló la mendocina helada. Luego hubo un nueve que me subió a un tren con destino a rascacielos aplastando la nariz en la ventanilla desde donde fueron perdiéndose los amigos con las manos en alto. Un zarpazo de garra sobre el vientre rompió una bolsa vital un dieciocho naciendo al mundo al más pequeñito de todos los titanes que no pudo con tanto aliento y se fue despacito un veintiséis dejando rota la ternura y rebalsada leche amarga en inútiles pezones. Un llanto todo sobrevino aquel agosto de lunas rotas. Pero más tarde y tan temprano llegó ese cinco alevoso y traicionero de flujos errados sin destino. Un cinco que dejó sin lágrimas al tiempo fuera del tiempo hasta el trece más trece de los trece. Entre ese cinco y ese trece la vida se volvió un para siempre sin hermana. 
5-8-2015

Esperanza vana

Se abría por estas horas una esperanza que demoraba lo que se anunciaba a gritos. Nos subimos a ese barco de ilusión que duró un suspiro. Su fuerza nos ayudaba a prepararnos para lo definitivo. Así de mucho era. Es. Será. Siempre.
10-8-2015 (a eso de las siete de la tarde)