miércoles, 13 de agosto de 2014

Silbo de soledad

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SILBO DE SOLEDAD

Fiero temor me daban las espinas,
como da miedo, amor,
lo que lastima...
pero, al cabo, la rosa y tu mirada
todo temor borraron
de mi vida...

Mira bien:
mi corazón ya es querencia
del sinsabor con que vivo.
Ni puede con el motivo,
ni puede con la dolencia,
ni podrá con tu presencia
después de tan largo olvido.

Tocar a fondo el fin de la alegría,
sin saber que el final
no es todavía,
porque aún nos queda
gastar toda la vida
atada a una esperanza ya vacía...

Mira bien:
mi corazón ya es querencia
del sinsabor con que vivo.
Ni puede con el motivo,
ni puede con la dolencia,
ni podrá con tu presencia
después de tan largo olvido.

María Delia Matute

Salto y vuelo. Es el tiempo, dicen.


Durante los últimos días, he tenido un sueño recurrente. Atravieso situaciones de parto y es Delia mi partera. Me toca la panza, me besa la frente, me acaricia los ojos, me alivia el dolor. A veces nacen pájaros. Otras nacen serpientes y todo es pesadilla. Pero Delia siempre sonríe y me dice "va a llegar, va a llegar, va a llegar". Su voz suena nítida, susurrante me habla siempre cerca de la oreja.
Hoy a la madrugada, en ese sueño recurrente, yo me paría a mi misma. Y Delia me alzaba en andas y bailaba. Reía. A carcajadas reía.
Y yo, la que había parido, reía con ella.
Y yo, la que había nacido, berreaba en sus brazos.
Delia me miraba y reía. No hablaba, pero yo en el sueño sabía que me decía "llegó, llegó, llegó". Lo sabía por esas cosas que en los sueños se saben porque sí.
Me desperté entre llantos y sonrisas.
Las sensaciones de lo onírico habitaban la corporalidad de mi existencia.
Dos años, dicen los que saben. Dos años es el tiempo, dicen los que saben.
He parido pájaros, serpientes y demonios.
He parido sinsabores y sonrisas.
He parido muerte y vida.
En cada uno de esos partos ella me ha asistido. Antes y ahora. Como antes, como siempre.
Es el tiempo, dicen. Dos años, dicen.
Salto entonces desde el útero mismo del dolor y emprendo un vuelo de bautismo.
Es el tiempo, dicen.
Si he podido hasta ahora es que se puede.
Seguiré pariendo. Incomprensible. Inentendible.
Dos años.
Es el tiempo, dicen.
¿Cuál tiempo?, me pregunto.
Y Delia me responde, alzándome en andas.
Y yo recién parida y pariéndome a mí misma, no entiendo. Pero salto. Y vuelo.

(13 de agosto, a dos años exactos de su ausencia. Que es el tiempo del duelo, dicen).


martes, 5 de agosto de 2014

Para siempre domingo

Aquel 5 de agosto fue un domingo. Helado domingo. Lluvioso domingo. Un domingo más domingo que todos los domingos de la vida. Promediando la tarde, la noticia de la muerte de la Gran Chabela le ponía un poco más de frío a la cosa. A las 17.26 de ese domingo, Delia escribió sobre su tristeza por la muerte de la cantora, escribió "hay días malos", escribió sobre sus ganas de habernos visto pero el frío y la lluvia y el desgano, escribió sobre el domingo y escribió "luego veré de volver por aquí"... Un par de horas después la llamé por teléfono y hablamos largo. Nos contamos las ganas de vernos pero las no ganas de salir a la calle, nos chismeamos de la familia, nos preocupamos por el país, nos entristecimos por Chabela, nos enrabiamos por Lanata, nos conmovimos por Víctor Hugo. Aquella semana el periodista traidor había escrachado a nuestro querido periodista con un impensado vínculo con la dictadura uruguaya. Esa noche "Bajada de línea" prometía ser un programa de culto. "Bueno, lo vemos y luego lo comentamos", dijo una. "Dale, si no hablamos después del programa hablamos mañana", dijo la otra. "Eso. Y esta semana nos vemos o nos vemos". "Claro que sí. Te quiero." "Y yo a vos". Puedo escucharnos. En el primer corte del programa, que efectivamente era una joya de apoyos al lado victorhugo de la vida, me paré a llevar los platos de la cena a la cocina. Sonó mi celular y algo me dijo que algo no andaba bien. Escarcha. El domingo se detuvo en domingo para siempre. Los nueve días que siguieron fueron, simplemente, la última ayuda que nos ofreció en su solidaria vida. Ir adecuandonos a lo irreversible. Ir mirándonos en el desolado espejo de la ausencia.
El 5 de agosto se congeló en domingo para siempre.
Y sí... "Hay días malos"