miércoles, 13 de agosto de 2014

Salto y vuelo. Es el tiempo, dicen.


Durante los últimos días, he tenido un sueño recurrente. Atravieso situaciones de parto y es Delia mi partera. Me toca la panza, me besa la frente, me acaricia los ojos, me alivia el dolor. A veces nacen pájaros. Otras nacen serpientes y todo es pesadilla. Pero Delia siempre sonríe y me dice "va a llegar, va a llegar, va a llegar". Su voz suena nítida, susurrante me habla siempre cerca de la oreja.
Hoy a la madrugada, en ese sueño recurrente, yo me paría a mi misma. Y Delia me alzaba en andas y bailaba. Reía. A carcajadas reía.
Y yo, la que había parido, reía con ella.
Y yo, la que había nacido, berreaba en sus brazos.
Delia me miraba y reía. No hablaba, pero yo en el sueño sabía que me decía "llegó, llegó, llegó". Lo sabía por esas cosas que en los sueños se saben porque sí.
Me desperté entre llantos y sonrisas.
Las sensaciones de lo onírico habitaban la corporalidad de mi existencia.
Dos años, dicen los que saben. Dos años es el tiempo, dicen los que saben.
He parido pájaros, serpientes y demonios.
He parido sinsabores y sonrisas.
He parido muerte y vida.
En cada uno de esos partos ella me ha asistido. Antes y ahora. Como antes, como siempre.
Es el tiempo, dicen. Dos años, dicen.
Salto entonces desde el útero mismo del dolor y emprendo un vuelo de bautismo.
Es el tiempo, dicen.
Si he podido hasta ahora es que se puede.
Seguiré pariendo. Incomprensible. Inentendible.
Dos años.
Es el tiempo, dicen.
¿Cuál tiempo?, me pregunto.
Y Delia me responde, alzándome en andas.
Y yo recién parida y pariéndome a mí misma, no entiendo. Pero salto. Y vuelo.

(13 de agosto, a dos años exactos de su ausencia. Que es el tiempo del duelo, dicen).


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