jueves, 30 de agosto de 2012

Poema cherokee (ojalá sea cierto)


No te pares al lado de mi tumba y solloces.

No estoy ahí, no duermo.

 Soy un millar de vientos que soplan

 y sostienen las alas de los pájaros.

 Soy el destello del diamante sobre la nieve.

 Soy el reflejo de la luz sobre el grano maduro,

 soy la semilla y la lluvia benévola de otoño.

 Cuando despiertas en la quietud de la mañana,

 soy la suave brisa repentina que juega con tu pelo.

 Soy las estrellas que brillan en la noche.

 No te pares al lado de mi tumba y solloces.

 No estoy ahí, no he muerto.

POEMA CHEROKEE

Un comentario de Delia...


La disfruté en su momento y de ahora en más atesoraré esta crítica de Delia hacia uno de mis últimos trabajos teatrales:

"Si algo no provoca “Libro de almohada” es sueño; ni una cabeceadita siquiera.
A partir del gancho de entrada, estaremos involucrados, sobre todo involucradas, en un mundo que, a simple vista, tan pulcro, austero, ordenado, parece cómodo y simple, pero la potencia actoral nos va instalando en el incómodo, imperfecto, inhumano, espantoso mundo que conocemos: el nuestro.
No vale contar la historia, por supuesto: si justamente la están contando en el Espacio Ecléctico…; sin embargo, vale comentar que el tema es el Poder (ese, con mayúsculas). No una definición sino una práctica, un desafío. El poder en manos de un grupo que no lo tiene, mayoritariamente hablando, en la humanidad.
Un riesgo: el de reproducir lo conocido antes que atreverse a transformar creadoramente las prácticas.
La obra casi exige un debate al concluir. Primero, porque un saludo inicial tan afectuoso y de complicidad abre la promesa de una conversación. Segundo, porque sería confortable exponer y descubrir nuestras mejores aspiraciones sobre las prácticas de poder y salir convencidos de que hay otras: amorosas, altruistas y humanas.
Las actrices y el actor: estupendos, imprescindibles para lograr esta obra tan conmovedora. Gracias. Viva el teatro.
María Delia Matute"

martes, 28 de agosto de 2012

FUENTEALBA


(asesinado – para siempre PRESENTE)

Han cantado los grillos
exigiendo candiles
y fogones;
no acuerdan que haya noche
y han llamado asamblea
permanente
en plenitud de luz.

Gallo de la mañana
benteveo, petirrojo y demás,
cada uno con sus trinos
y sus gorjeos populares

Un bote de papel
plegado por los niños
nada en Fuentealba
            para Carlos.
El agua muy azul
deja bailar, en pleno día,
la luna y el lucero.

¡Cómo cantan los
grillos!: ¡Compañero!
Brillan de llanto
las mejillas
mientras los estudiantes
gritan: ¡Compañero!

Y las lechuzas
vienen hacia la luz
con sus ojitos en
neblina
Chistan al hijo’eputa:
¡asesino! ¡vale mierda
la muerte!
¡porque ahora
está en nosotros!
Vivo en la rebelión
más alba
más fuente
¡Compañero!

La sociedad de las
estrellas
trae la Osa Mayor
como vanguardia,
honrosa guardia
en la Fuentealba
            de Carlos, compañero.

Y vienen las maestras
alentando consignas
de letra clara,
y los maestros,
profunda voz de obreros,
y entonan: ¡Compañero!

Alrededor de
la Fuentealba
de Carlos
montan la barricada:
pueblo unido,
motín de pájaros y grillos,
asamblea de luceros,
asociación de estrellas
en torno de Fuentealba
            por Carlos
para siempre ¡presente!
y ¡hasta la victoria!
desde ahora y por siempre
            ¡Compañero!

(Escrito por necesidad y sin más intención
que la de encauzar el dolor, Delia Matute – abril 2007)

Aporte de María Guadalupe Matute (sobrina)

Una anécdota...


Ibamos con Delia en el subte. Era el 2 de abril de 1983 y recuerdo exactamente la fecha porque tiene que ver con la anécdota.
De pronto, en una estación quedan las puertas abiertas y se anuncia por los alto parlantes que se realizará un minuto de silencio por los soldados caídos en Malvinas. Algunos pasajeros nos ponemos de pie, otros quedan sentados con cara de desconcierto. En eso sube una pareja al vagón. La mujer, muy elegante, comienza a preguntar: "¿qué pasa? ¿hay un desperfecto? ¿por qué no arranca?". Delia la toma del brazo y le dice en susurro: "Se está haciendo un minuto de silencio por los caídos en Malvinas". La señora agradece en voz alta, se da vuelta y le cuenta a su acompañante: "Parece que se está haciendo un homenaje a los soldados de Malvinas. Claro, hoy es 2 de abril, hace un año...". Delia la toma del brazo y le ordena: "Cállese". La mujer queda "de una pieza"... Se pone muy tensa pero hace silencio. Se termina el minuto, se cierran las puertas y el subte arranca. La mujer se da vuelta y encara furiosa contra Delia:
Mujer: "¡¡¡Usted no tiene derecho a tratarme de esa manera!!!"
Delia: "Disculpe, señora. Pero un minuto pasa muy rápido y usted seguía hablando".
Mujer: "Pero usted no tiene derecho a mandonearme así, quién se cree que es".
Delia: "Disculpe, señora".
Mujer:  "Pero usted es una maleducada..."
Delia: (cortándola en seco) "Señora, ¿usted tuvo algún ser querido caído en Malvinas?"
Mujer: (queda imapactada) "Bueno... no... gracias a Dios no"
Delia: "Bueno... yo tengo 3000 hermanos... será por eso".


La mujer se quedó mirándola unos segundos... se dio media vuelta y se fue enfurecida mientras yo y varios aplaudíamos a mi hermana...

Esa era Delia...

lunes, 27 de agosto de 2012

Como hoy


Cuando la pena suena
-como hoy-
a todo trapo,
cuando vivir se vuelve
-como hoy-
un mal presagio,
cuando llorar es sólo
-como hoy-
un vicio terco...

hay que apretar los puños,
sentir que Dios se esconde
detrás de los amigos,
atarse los zapatos
sin bajar ni los ojos
y dar vueltas y vueltas
hasta sentirse un trompo.

Cuando el alma se siente
-como hoy-
un estropajo,
cuando la angustia apremia
-como hoy-
sin dar respiro,
cuando el presente es sólo
-como hoy-
dolor que insiste...

hay que inventarse alas,
pintarse una sonrisa
de espaldas al espejo
y bostezar con ruido
en mitad de una misa.

Cuando una voz nos dice
-como hoy-
que no servimos,
cuando el cuerpo se siente
-como hoy-
un peso muerto
y la alegría parece
-como hoy-
un imposible...

ese es el gran momento
de aferrarse a la vida
por los cuatro costados,
sentir que, en buena  hora,
uno es tan sólo un pobre
mortal, pero coleando,
No medirse, ni en broma,
sino con uno mismo,
jugar que uno es un héroe
tan sólo respirando.
Que el hecho de ser uno
tal y como se puede,
es ya un valor inmenso,
un triunfo incalculable.
Cuando ya no podemos
-como hoy-
con lo que somos...

Ha llegado el momento
de otorgarse permiso,
y ser mago, y payaso,
y mono equilibrista,
y hacer función
sin precio.

Somos irrepetibles
El beso que donamos
es irreproducible...
La lágrima que escapa
no vuelve a repetirse.

Somos un gran milagro.
Diminutos y frágiles,
inocentes mortales,
a veces nos caemos...
Somos Dios cuerpo a tierra.
Hay que atreverse a verlo...

En fin,
cuando la vida corre
-como hoy-
desdibujada...

Hay que inventarse un sitio,
quietos mirar la luna
peinarse verdes canas.
Hay que dar tiempo al tiempo.
La vida resta y suma...
Ser uno frente a frente
y bancarse lo inútil,
lo vulgar, lo demente...
Ahí empezar a ser otros,
ser tantos, ser cualquiera,
ser sagrado con todos.

Si de morir vivimos
no vivamos muriendo,
vivamos de entregarnos...

Clavemos las pupilas
en quien quiera mirarnos,
apretemos la palma
de la mano que pasa,
que escuchen nuestros gritos,
susurros o palabras...

Que se jodan la Muerte,
el Silencio y la Nada...

(para Stella - 1988)

viernes, 24 de agosto de 2012

Reflexiones de Delia sobre la muerte

Palabras que María Delia me escribió en noviembre del año pasado a partir de algo que yo escribí sobre la muerte (y que hoy me ayudan en esta brutal ausencia, la suya...). El título de mi escrito es "He de morir. Un día."http://matutestella.blogspot.com.ar/2011/11/he-de-morir-un-dia.html )


"Hermana: Necesité un espacio -de tiempo, de relectura, de reflexión, de búsqueda de un tono- antes de comentar tu escrito.
Recordé nuestra conversación telefónica y escarbé confundida las posibles razones por las que no advertí tu autoría en un título de tanto peso. ¿Huida intuitiva?... para no enfrentar la multiplicidad de significaciones que, desde el texto, sostienen ese título. Significaciones contenidas, desplegadas con transparencia sagrada en el texto y significaciones provocadas desde y por el texto en mi espíritu…, alguna inaudita, porque jamás me concentro en la idea, trágica hasta la locura, que considere la muerte de los que amo. Me resisto.
Te diré que siempre has tenido vocación por la belleza; una auténtica artista que se reafirma en el escrito, porque lográs iluminar la vida, recalco: la vida, con palabras, aunque te expreses sobre su negación.
Mi concepción es que no morimos para nosotros mismos; morimos para los otros. Y ni siquiera para todos los demás: morimos para aquellos que nos han conocido; para quienes, de una u otra forma, han convivido con nosotros. Coincidimos, por lo tanto, hermana querida, en lo que expresás sobre el recuerdo. Cada vez que volvemos a pasar por el corazón de esos otros, revivimos.
En cuanto a que, muertos, seamos nada, no coincido. Una vez que ha sucedido el milagro de ser concebidos y nacemos, ni nos vamos del planeta ni llegamos a ser nada. Ceniza o química natural hasta llegar a calavera o polvo, somos un algo. Sedimento, tal vez, alimentador de savias subterráneas. Ser para siempre parte de este bello planeta es un consuelo absoluto. Llegar a ser alguna vez nutriente de un trigal o de una mata de alelíes, una alegría presente como para cantar la vida y la muerte, también.
Gracias por compartir tus reflexiones que, a la vez, estimulan las mías. Te amo mucho. Delia "


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Palabras compartidas por Patricio López Tobares, compañero de Delia en un Seminario de Dramaturgia, en las que Delia le escribió sobre la muerte de su abuela: 

Delia fue muy buena conmigo siempre. Era quien me cuidaba en el seminario. Para homenajearla encontré lo que ella me escribió el día que murió mi abuela, la pinta en alma: 
"Mi querido Pato, son las 2:19 de la madrugada del viernes y recién tengo tiempo de mirar mis correos y me entero de tu dolor. También tuve una abuela muy amada, muy compinche, a la que admiré y aún extraño aunque hace treinta años que murió.
Me conmueve y, de verdad, me honra que compartas conmigo lo que estás viviendo, considero un privilegio que me aceptes como para compartir tus íntimos sentimientos en este momento.
Mi concepción acerca de la muerte, resumida al mango y mal expresada, me lleva a considerar que es un paso más en el camino que iniciamos al tener la enorme alegría, el milagro, de acceder a la vida. Pudimos, pudo tu querida Iole (qué bello nombre), perderse en el desencuentro en que tantos óvulos y espermas se pierden, pero no... fue milagro y participó del milagro que sos. Cuando venimos aquí ya nunca nos vamos; algunos creen en una cosa, otros en algo diferente; a mí me alegra pensar que nunca más dejamos de girar en el bello planeta.
Iole está entre nosotros, para siempre. Y desde tu corazón, a pesar de tu dolor, ella sonríe, serena. Te voy conociendo, Pato, aprendo a quererte. Un abrazo. Delia"

LIBRO EDITADO EN 2009

Aquí comienza a leerse el trabajo
editado en 2009.

De profesión: poeta




Palabras preliminares


Palabras de la «editora»...

Supe conscientemente que María Delia escribía, unos pocos años antes de que terminara la dictadura militar. Yo era una adolescente llena de confusiones y ella ya era una mujer marcada por heridas. Fue una etapa en que la vi escribir desaforadamente, como si fuera una catarsis terapéutica.
Cada tanto le surgía algún poema que hablaba de la infancia, de la adolescencia o de algún buen recuerdo... pero en general eran textos dolorosos, que retrataban un tiempo de horror, del que ella, sin dudas, sentía que sólo se había salvado de la muerte.
No sé si yo entendía la medida exacta de su dolor (seguramente no) pero recuerdo algo de la tristeza que me producía leer alguno de aquellos poemas; y también recuerdo, con exacta precisión, la admiración que sentía por esa hermana mía que jugaba con las palabras con tanto vuelo y tanto talento.
Cuando quise empezar a ser actriz, muchas veces me deleitaba entrenar con esos poemas en mis clases de teatro. Siempre me conmovían enormemente, siempre me despertaban una nueva emoción y miles de imágenes.
Hacía años que no los leía. Y cuando decidí transcribirlos para «regalárselos» en una «edición casera» (a modo de regalo de cumpleaños y hondo homenaje), releerlos me inauguró nuevas sensaciones, nuevas imágenes y nuevas emociones.
Elegí dos trabajos que bien podrían formar parte de dos libros distintos en la elección convencional de una editorial. Pero para mí estos dos trabajos marcan toda una época; de Delia y mía.
Transcribiéndolos he vuelto a disfrutar, a sufrir, a pasar por el corazón muchos recuerdos atesorados; y he vuelto a sentir aquella admiración, intacta y renovada.
Algunos son hoy mucho más dolorosos que ayer, porque las cosas han sido como han sido y están como están. Pero decidí incluirlos igual porque me parece que son partes de un tiempo que merece no ser olvidado.
Espero que ella reciba con alegría mi intención.
Stella Matute
(su hermana)
Junio, 2009

Prólogo


La tapa de un libro es una puerta. Abrirla y adentrarse es inaugurar una aventura. El prologuista es como el acomodador de aquellos cines de mi barrio que te entregaba un inservible programa y tendía su mano a la espera de una propina. Cuanto más, te acompañaba unos pocos metros con su linterna hasta que encontrabas tu asiento. Mucho más no podía hacer.

Permitirnos la lectura de los poemas de María Delia, es atrevernos a que un vendaval de imágenes se nos impriman o reaparezcan desde algún recóndito anaquel de la memoria. En mi caso, con aquella calidad de indelebles que tenían las que me regalaban las pantallas del Taricco, del Oeste, del Lorena y tantos otros más. Uno puede adivinar las caras, las voces, los olores de tanto y tanto compañero al que jamás conoció. Uno puede sentir entre la unánime blancura de montones de pañuelos, la desgarradora presencia de la causa de tanta heroicidad no deseada.
Internarse en estos poemas es conocer a la vieja de la digna pobreza, la del silencio elocuente, la del sabor irreemplazable, la del hilván plus cuan perfecto.

Transitar estos versos, es conocer a ese padre que retorna con aromas de tabaco y de gomina. Es resignificar palabras como tala, siesta o vendimia; ya en la libertaria heterodoxia del verso libre, ya entre las severas y endecasílabas fronteras de los catorce versos del soneto. En cualquiera de los casos, si una lágrima viene a visitar al caminante, será mejor que la atesore. Puede venir desde un lejano pueblo de España, desde el sufrimiento de algún compañero, desde el tesón de una abuela que busca, desde el formidable coraje de las madres que luchan. Sí, ha de ser bueno atesorarla.
Yo aquí los dejo, acomódense en sus butacas y paseen por estos poemas (como buen acomodador, yo ya vi esta película), no se aflijan por la propina. Voy a apagar la linterna, a guardar los inútiles programas, y voy a ir al bar de la esquina para acompañar los versos de María Delia con una copa (o dos) de buen tinto sanrafaelino. Les prometo que antes de beber, voy a brindar por ella y por ustedes, deseando que este sabor quede en mi paladar hasta la victoria.

Fernando Musante
Buenos Aires, junio de 2009    

POEMAS ESCOGIDOS

Puñado de poemas escogidos
al azar.

I

...

Allí van.
Se me han adelantado
orgullosos, al fin, 
de verse liberados
del doloroso encierro
en que los estrujó mi corazón. 

Allí van…
vacilando seguros.
Envueltos en ropaje de palabras
van llevando mi sangre.

Ya no me pertenecen
y no hay en ellos nada 
que no me pertenezca.

Allí van
alardeando de amores
que en mi costado son 
constantemente.
Y aún más:
van alardeando desamores, 
desesperanzas, duelos y agonías.

Allí van…
Algunos van de pie,
y otros gateando,
o rengueando,
o de rodillas…
Pero van…
Van hechos
o contrahechos,
pero, al fin! cara al aire.

La vida los asista!
Poemas frente al mundo!
mis
POEMAS A LA VISTA



I

¿Qué haré de mí?
¿Qué haré
si este constante estado
me abandona?

¿Qué
si el secreto afán
desaparece?

Cómo palpar la forma
Y los destellos,
admirar equilibrios,
apresar un soneto?

(No tengo,
ni lamento no tenerlo,
condición importante
para ningún quehacer
que no sea el sentimiento)
Yo tengo en concesión,
sin plazo fijo,
un manantial profundo
de ternezas,
de asombros cotidianos,
de invisibles promesas.
Y tengo,
al mismo tiempo,
y en igual condición,
los duros ramalazos
del enojo,
los relámpagos de odio,
mis endurecimientos.

Y tristezas…
Los golpes del recuerdo
me llenan de amargura
o bien
de pronto
con ellos
la dicha me florece.

Qué haré de mí!
Qué haré si se me apaga
la lámpara encendida
de mi gozo,
la hoguera enloquecida
de mi espanto?

Qué haré de mí
si acaso pierdo
esta sed
de andar bebiendo todo?

Si acaso,
si por algo,
se amortiguaran
todos mis sentidos,
se agotara mi llanto
y se quedara
mi risa
interrumpida para siempre-
si un día yo me viera
sin mi poder de amar
rabiosamente,
sin mi poder de odiar
fogosamente-

Si ya las flores
no me hicieran falta.
Si un ave en vuelo
no me detuviera.
Si un niño hambriento
no me atormentara.
Si me diera lo mismo
que me quieran.
Si un reptil
no me causara espanto,
y el aroma del pan
no me embriagara…
Qué haré de mí?
Si,
en fin,
un día cualquiera,
despierto indiferente,
ni alegre,
ni amargada,
despierto estando muerta
sin estar enterada.

- Escrito en 1985 -

II


Hoy cometí osadía.
Pero una de esas grandes.
La oficinista puso
los ojos a un costado,
me miró con dos huecos
de cordial desagrado,
y volvió a preguntarme
lo mismo,
preguntando
como si prefiriera
olvidar lo escuchado:
«-¿Cuál es su ocupación?,
indique claramente,
no sé si me comprende,
su oficio o profesión-»

Y yo,
no sé si terca,
o si sincera,
me atreví nuevamente
con el dato:
«Señorita, ya dije,
soy poeta».
Y ella no sólo puso
los ojos de costado,
convirtió en disimulo
en algo inexistente,
transformó las dos manos
en nada más que gestos,
y puso desde el cuello
un sonido impotente.
«-No es posible, lo siento-»
desmayó en una frase
su extinguida paciencia,
«aún no figura en listas
profesión como esa».
Olfateó el formulario
a punta de birome
y me plantó uno
«no tiene»
justo en el corazón.


III


De sobra me acompaña tanta ausencia.
Lleno mi soledad de muchedumbre.
El temor al recuerdo es sólo herrumbre
sacudiendo mi verso de violencia.

Clamoroso vacío cargado de presencia.
Esta lucha de hombre por el hombre
nos ha dejado cálices y nombres,
nos ha dejado heridas sin conciencia.

Cambio lo no ganado por perdido.
Se me ha tornado arisca la esperanza
y ya no me conforma imaginar castigos.

Rechazo en desagravio a lo sufrido
los presentes intentos de confianza:
he perdido algo más que los amigos.

IV


Aunque haya tanta agua como sed
y entre una y otra
tan perpleja distancia…
y tanto trigo y hambre
y no se toquen…

Aunque se impongan límites a todo
habiendo tanto espacio…

Aunque la vida se endurezca al colmo
habiendo hombres tan blandos…

Aunque la angustia sea valor corriente
y la niñez ignore de sí misma cuánto vale…

Aunque tantos pájaros mueran diariamente
habiendo derrochado la lección de libertad
que nadie tuvo tiempo de aprender…

Aunque se correspondan
exactamente igual de desmedidos:
el lujo y la miseria,
la riqueza
y las manos vacías…

Aunque anden paralelas
las sobras y las faltas,
sólo a favor de algunos
y a desfavor de tantos…
Aunque tantas ausencias
respondan  a la táctica
de tanta prepotencia…
Aunque a tantos archivos policiales
les falte el equilibrio
de otros tantos civiles archivando…

Aunque la denudez acierte al frío
y anda tanto uniforme acalorado…

Aunque la muerte no sepa de treguas
ni la vida de indultos…

Por todo eso y a pesar de todo…
Por lo que hay que dar vuelta
Por lo que ya se ha arado
Por lo que hay que abonar
Por el surco en espera
Por lo que ya sembraron
Por lo que hay que sembrar
Por lo que ha cosechar ayudaremos
Por lo que no podremos cosechar
Por la vida depuesta
y la disposición para la vida…

Por todo
y a pesar…
Por eso mismo
estamos a favor
del gran dolor
de la vida
y de que hay que vivirla
bien a fondo
y golpeando…

V


Es posible falsear al verdad.
Hasta esa virtud tiene
la virtuosa.

Lo extraño es que aceptemos
lo falso como cierto,
lo malo como bueno,
torcido por derecho,
incoloro por cielo.

Da lo mismo.

Total…

La vida nos contiene.

Pero eso tampoco es cierto.
La vida vale tanto
cuanto llevamos dentro.
Y cuando nos mostramos
personeros del fango,
sólo por mantenernos,
no somos más que fango.

Fango es lo verdadero.

VI


Dicen, lo habrán oído,
que Dios lo sabe todo.

¡¿Todo?!

¡¿Será posible?!

Lo sabe todo…
¡¿Y calla?!

VII


Hemos llevado la Esperanza
a que le pongan media suela
y a esa misma de ayer
hoy hemos vuelto a usarla
como si fuera nueva.

VIII


ABUELAS DE PLAZA DE MAYO

Contrariados destinos
que a la sangre rebelan
y a la sangre conmueven
para que no claudique,
para que no consienta.

Una cuna terrible
con terribles arrullos
y manos de asesinos
pretende detenerlas
y no puede.

Una Plaza sin juegos,
donde se desperezan
trincheras de palomas
las vuelve más humanas,
más nítidas Abuelas.

El flanco de la estatua
quiere alcanzar la gloria
que Ellas le desmerecen
con el combate a cuestas.

Manos al fuego vivo
que aún conservan
el amoroso gesto
y ojos que envidiaría
la ternura absoluta.
Las caricias se encogen
y se alargan.
Toda la niñez tiene
perfiles parecidos
y la caricia teme
no poder concretarse.

Se le desapasiona al tiempo
su tarea:
teme andar muy ligero,
teme andar muy despacio.

Abrazos que regresan de la ausencia
y aguijonean la espera,
y se copian las caras de otras caras,
que también son ausencia,
y se piden prestadas las palabras
para espantar silencios.

Se enumeran las hojas de una historia
de la que se arrancaron
personajes a golpes,
y no consiente el hilo de la trama,
e impotente la vida clama y clama,
por restaurar los cauces destrozados.

Una trampa cerrada
espera quien la absuelva
y hasta ella se alborota
de esta instancia.
Cortezas de la vida,
mujeres como auroras
de lo que puede ser.
¡Tan hechas y derechas!
Se emociona la tarde
y se inclinan los árboles
por verlas,
se perfuma el cemento
con sus pasos,
se eclipsa el sol
de puro respetuoso,
la Plaza se estremece
contagiada de anhelos.
El hierro les envidia resistencia,
el oro empalidece ante ese brillo.

¡Válganos tanto ejemplo!
¡Tanta fosforescencia!

Mujeres entereza,
mujeres centinelas,
capaces de cambiarle
la dirección al viento.
Madres por duplicado,
amorosas Abuelas.

Habrá que cambiar vientos rutinarios,
habrá que mover cielos y montañas,
hacer del aire vientos temerarios,
habrá que encender fuegos sobre el agua,
desplazar los glaciares con las manos.
Habrá que remover neutralidades rancias,
tanto olor complaciente de inciensos
y de cirios.
Habrá que atropellar los atropellos,
cambiar los carceleros por los presos.
Habrá que subvertir los pensamientos,
y que se baje el cielo
y se interese,
y que suba la tierra
y se constele.

IX


Salgo a mirar la luna
y es la misma,
y es lo mismo este cielo
y sus estrellas.

Aún no se escucha el canto
de los grillos,
ni hay titilante vuelo
de luciérnagas.

No perfuma el jazmín,
no ha dado a luz el césped,
no anidaron gorriones
y aún el árbol
luce sus ramas secas.

Pero hay algo en el aire
que no se ve ni se huele.
Todo está en el ambiente
y expectante,
todo se anuncia mansa
y quedamente,
muy silenciosamente.
Se terminó la espera:
veintiuno de setiembre
¡Es Primavera!

X


Aquel mundo chiquito
de la infancia,
sin límites, ¡inédito!
Enorme a la distancia.

Vuelvo por su abundancia,
por su valor de rondas,
por sus agobios
de siestear forzoso,
por unas manos, vuelvo,
que me peinan
dos trenzas como alambres,
regreso por un moño almidonado,
por unos zapatitos colegiales
y en un par de poesías a la Patria.

Trastabillo en los tacos
de mi madre,
robándole carmín a los malvones
que afinan en mis manos
envidiada elegancia.

Hay un perfil
de fiesta campesina
en un marzo
dorado en los duraznos,
y en la vendimia urgente
que agoniza.

Vuelvo a las escondidas
en el patio emparrado
de la abuela,
a tirarle en un salto
el piedralibre
a la boca sedienta del aljibe,
y salgo a las veredas
en patota
a estrenar delincuencias inocentes
golpeando puertas
a decididas horas
de molestar vecinos.

Vuelve a asustarme
la primera envidia,
leyendo de puntitas
los góticos renglones
de aquel Cuadro de Honores.

Y en un enero
de sol apasionado
mi cuerpo niño
lo refresca un río
que es el sudor
de mis montañas.
Elas,
las majestuosas sombras férreas
imperturbables horizontes
de los viñedos alineados,
de los perturbadores duraznales
y ciruelos.

Vuelvo hacia este paisaje,
y mi mano se deja
entre los grandes dedos
de mi padre,
y me vuelve su olor,
su vuelta del trabajo
con aroma salado del esfuerzo
mezclado con gomina
y con tabaco.
Y en un regreso a fondo
de melancolizado atardecer,
me voy en el regazo
de la abuela,
hacia un pueblo campestre
de su España,
y no entiendo su pena
ni sus lágrimas,
ni que le duela el tiempo
ya pasado,
ni el relámpago herido
de sus ojos
cruzando lo que fuera
aquel mundo chiquito,
el mundo chiquitito
de su infancia.

XI


Yo me vuelvo a una siesta polvorienta,
veinte veces atrás,
años contando.
Irrumpo en un verano,
y en tus manos,
y a la sombra de talas majestuosos
voy de nuevo a esconder
nuestros rubores,
nuestra intención tan tibia
y vergonzosa.

¿Recordarás mi risa en guardapolvo?
¿Mis rígidas chapecas escolares?
¿El blazer oficial y obligatorio?
Y aquellos besos míos,
y el impulso atajado
apenas un destello, presuroso…

Yo recuerdo aquel viento tan caliente,
aquellas rabonas necesarias,
aquella calle umbrosa y silenciosa,
tan lejana del pueblo y las miradas…

Hoy no sabría indicar
dónde quedaba…
¿Recuerdas cómo llegar a ella
después de tantos años?
Yo me iba tras de ti…
Me viene a la memoria un alambrado.
Lo cruzábamos saltando por encima,
ahí me dabas la mano,
y de allí en más,
ni yo la retiraba
ni vos me la soltabas.
Y andábamos un rato entre los surcos,
la altura de las viñas nos tapaba,
pero el sol, y aquel azul intenso,
nos hacían sentir como en la plaza,
a merced de los chismes,
a riesgo de mirones,
y andábamos callados y ligeros.

Le arrancábamos ambos
un racimo al viñedo,
y nos lo intercambiábamos risueños,
y por no desprendernos de las manos,
arrancábamos granos a mordiscos,
y comíamos un dulce
siempre amargo,
comparado al idilio
que gozábamos.

Y al final de la viña
aquel camino,
bordeado de talas tan robustos,
tan de copas unidas,
que formaban una larga bóveda
por la que caminábamos sin prisa.

Y allí un hilo de besos...
a darnos manotazos contenidos,
y a ver qué tal encaja
tu mano en mi cintura.

Tropezándonos entre nosotros
íbamos,
pero sin detenernos,
por miedo, por precaución tal vez,
pero encendidos.

Al fin de aquel camino
todo un lujo de sol nos detenía.
Pegábamos la vuelta
de la mano,
y de a poco, otra vez a lo mismo.

Y a cruzar el viñedo,
y robar el racimo
y mirarnos la risa,
y soltarnos las manos,
y cruzar todo el pueblo
y esperar desde entonces
otro día propicio.

Hasta aquél,
que ni uno ni otro
supo que sería el último.

De allí nos dimos a otros rumbos.
De vos nada he sabido,
de mí, al cabo, no mucho.

Me fui de aquellas siestas
eléctricas de sol, viñedo y talas,
a otras siestas de alarmas,
de escaleras mecánicas,
de pujas, competencias y cemento.

No niego que he vivido.
Pero agregar más luz
¿a aquel destello?
¿más paz a aquel retiro?
¿más gozo a aquella plenitud?
¿más alegría a aquella dicha intensa?
¿Cómo podría?

Sólo así,
volviendo en el recuerdo
veinte veces atrás,
años contando.

XII


A mí me falta y sobra abecedario,
y diccionarios gruesos como troncos
me saben miserables e incompletos
cuando componer quiero
nada más un poema
a esta inmensa mujer,
luminosa y sencilla
que me tocó por madre.

Y me pregunto entonces
de qué vale este oficio,
mitad deber y hobby,
si no me sale un verso
como un himno,
que me la adorne toda,
que me la pinte
humilde, creadora y costurera
de las mejores virtudes que poseo.

De qué vale,
me digo,
si no encajo
las sílabas exactas
que muestren de esta madre
los rincones
profundos y dispares
como julio y enero.
Su indestructible aliento
de mujer luchadora,
la fibra transparente
de su melancolía.
De dónde saco yo
el palabrerío
para poder ganarle
en algo a la magia poética
de su ternura necesaria.

Cómo le copio en verso
su templanza,
y le refriego al mundo
tanto orgullo
por este privilegio, ¿cómo?

Yo quiero regalarle
un buen poema,
uno que le haga rima
con esa esencia grave,
con la pobreza digna
capaz de sacar todo
de la nada.

Pero no te seguí bien
en las lecciones, madre,
y no me sale.

Pero a la larga, Vieja,
seguro ha de gustarte
saber que lo intenté
con especial cuidado
y si no lo he logrado
no sólo es culpa mía,
es que a vos, mamá mía,
debieron dedicarte
poemas, nada más,
los que saben.

- Escrito en Octubre/1985 -

XIII


Del cansancio al cansancio voy y vengo
en un solo dolor, grave y profundo,
se agotan mis pesares y mi mundo
y se agota mi falta y lo que tengo.

Crujiente van mis huesos con crujidos
que ni empiezan en mí ni en mí terminan,
ni cesan de brotar ni se me agotan,
confundiendo mi sangre con sus ruidos.

Al cansancio, al dolor y a mis crujidos
mi corazón reclama algún alivio,
rogando está un consuelo y un reposo.

Aunque me ruegue y clame en el oído
no tengo, aunque quisiera, sitio tibio
donde alcance su antojo avaricioso.

XIV


Mi corazón derrama soledades.
Soledades arrastra mi cerebro.
Raíz ceñida a todas mis edades,
más quiero enderezarme, más me quiebro.

Sigo los rastros del que me precede
¡Tanta insistencia vana por vencerte!
¡Tras de mi huella está el que me sucede
¡Duro luchar para encontrar la muerte!

Andamos juntos sin lograr juntarnos,
la piel resiste la marca de las manos,
Se nos secan las cuencas sin mirarnos
¡Solitario penar con este intento vano!

martes, 21 de agosto de 2012

XV


¡Y ayer nomás estábamos tan niños!
Trenzándole a la vida canto y tono,
tumultuosos de aliento y de rocío,
desnudos de recuerdos,
confesos de heroísmo.

Apenas duró el paso de una luna.
Apenas si fue el beso
escurridizo de una ola.

De pronto caravanas de ojos fijos,
horizontes sin luz.
Ventanales al humo,
al hielo, al miedo.
Al dolor y a la muerte, ventanales.

Maduramos de susto
y de impotencia,
de cuerpo a tierra
y a punta de tacón grueso calibre.

Tuvimos madurez sin esperanza,
ensimismada madurez
de tronco hueco.

La falta de la luz
secó el rocío,
el miedo a la crueldad
cortó el aliento.
Y andamos hoy,
de golpe
con la adultez a cuestas.
Desangrando un pasado
de decretos,
a nosotros el yugo,
la lámpara a las bestias.

Y andamos con la rabia
y el pasado,
con el vacío,
la lucha y la intemperie.

Devoramos el tiempo
a mordiscones,
resistimos el odio
a dentelladas.

Herido el corazón de realidades,
niega obstinado
que es un galgo herido,
machacando tenaz su letanía:
¡si ayer nomás estábamos corola!
¡si hace tan poco estábamos tan niños!

XVI


Una hoguera turbulenta
de roja y pujante llama
consumiéndome violenta
me rechaza y me reclama.

Por un costado me rige
con chispas abanicadas,
por otro costado elige
lamerme con bocanadas.

Resisto de encandilarme,
de enceguecerme resisto,
y al mismo tiempo, anhelante,
contra las llamas embisto.

Recojo una brasa ardiente
que es un hechizo seguro:
muestra mi brillo presente,
guarda mi negro futuro.

Entre sus lenguas de fuego
suelto y recojo la risa
y, en un ademán de ciego,
del fuego esparzo ceniza.

Esta llama violenta me condena,
lengua que ni me suelta ni me envuelve,
crujiendo dentro y fuera de mis venas,
premonición mortuoria que me envuelve.

Quémase hoguera voraz,
soberbia y arrebatada.
¡Quema! ¡no me des sosiego!
¡Quémame mientras resisto!
¡En tanto que en ti me quemo
dice el corazón que existo!

XVII


Hay veces que me siento
cargada de presente,
sin una historia atrás,
casi una ausente
de mi propio pasar
y de mi gente.

Veces que me sorprende
tratar con el dolor
tan confianzudamente
y hacer tanta abstinencia
de alegrías.

Converso con amigos
que se niegan
a declararse muertos,
y me pesan ausencias
ya lejanas
como aún no estrenadas.

Veces hay que me siento
propensa a recordar
lo no pasado,
pero viene…
y hay tanta turbación…

Veces en que me siento envejecer
pausada y felizmente,
y andar en tal estado
como en vieja costumbre
amada e insistente.

Veces hay en que siento
sonidos de campanas,
pero negras,
y mi pupila vaga
en la subluz
de un subsol y subluna
intermitentes.

Veces que me acompañan
otoños en creciente,
y es un cuarto menguante
la vida, solamente.

Veces hay en que tengo
predilección de olvido,
vocación por la nada.

¡Tanto y tanto presente!

¡Aparta!
Aparta soledad,
que estoy cansada.

XVIII


Antes de que se sequen
en mis labios los besos
para siempre,
y se descuelguen las caricias
que sobraron
sin que las note nadie,
ni aproveche.

Antes que la pupila
irremediablemente quede
sin reflejo,
que un hielo,
ya ni húmedo ni seco,
me resume en los poros
contraídos.

Antes que las neuronas
no den fruto brillante
ni mediocre,
que ansias de honestidad
y aspiración de justa
no lleguen
ni a frustrado intento.

Antes que absurdamente
queden mis dos pulmones
como adorno,
que el hueco del costado
migre de nido a tumba
y que mi vientre acepte
indiferente
los siglos sin comida.
Antes de no ser ya,
siquiera,
lo que he podido ser,
quiero,
antes que ocurra todo
lo que entraña la nada
para siempre,
haber vivido un día,
da lo msimo unas horas,
con la exacta conciencia
de las cosas.

Descifrar el misterio
de lo simple y sencillamente
equilibrado.
El punto en que la risa
es sólo risa,
equidistante centro
entre la carcajada
y la sonrisa.

El punto en que el valor
es exacta medida
entre lo temerario y lo cobarde,
y en que la libertad
es un total despliegue
sin barrotes de adentro,
ni cárceles de afuera.

En fin:
a perfecta distancia
oler la rosa,
beber el agua
sin que lleguen a sed
las simples ganas,
morder con apetito
ya distante del hambre
y de la inapetencia.
...y mirarme a sus ojos
en el momento justo
en que él me vea
como yo quise ser...
y no me pude.

XIX


A mi pesar, tal vez, tengo intenciones
de abandonar recuerdos y pesares,
pero más perspicaces que mi anhelo,
mixtura de mis músculos y nervios,
me disocian la risa sin visiones.

A punto de un derroche alienatorio,
de un hipercurso estado indiferente,
a punto de batirme en retirada
y mostrarme adaptada e inconciente,
viene siempre un recuerdo a contramano
viene algún sacudón,
indefectiblemente.

No hay evasión posible que no tiña
como un hilo de sangre,
y no hay alejamento tolerable
en el que sabe
que al consumir oxígeno
comparte el mismo aire,
y en la misma medida
con un nasal desfile,
con una miscelánea de narices voraces,
un desmadre de fosas apareadas...
Lo mismo toman aire
los buenos que los malos.

¿Y yo dónde me pongo?
En qué estante me ubico yo esos días
en que, a pesar de mí,
me digo: ya es bastante,
me vuelvo individual y divisible,
me tomo de mí misma
como de un buen amante,
y me digo sin más
que de hoy en adelante
a gozar de la vida,
a mimarme y colmarme,
ya basta de recuerdos
¡y basta de pesares!

Qusiera que me entiendan...
Son días tan corrientes,
idénticos a tantos,
que nadie da siquiera alguna muestra
de haberse dado cuenta
de que mi neurastenia
se ha agravado.

Son días como tantos...
Sólo como les digo...
les decía...

que a mi pesar tal vez tengo intencioens
de abandonar recuerdos y pesares,
pero, igual que mi verso, me desgajo,
lo mismo que mi rima me desmano,
y agradezco que exista la vergüenza,
y que pueda conmigo mi conciencia,
conmigo mis visiones y pesares,
conmigo mis recuerdos a trasmano...

XX


El día que la palabra
libertad
sea algo más,
al menos, digo,
que sólo una palabra...

Digamos algo así:
una especie de herencia,
puede que caigan unos
dispuestos a gastarla
total, completamente.

Qué sé yo...
en un derroche
absurdo, aún indecente.
Y puede que haya otros
de una avaricia extrema,
de esos omnipotentes
incapaces de usarla
y menos concederla.

Pero siempre habrá
algunos,
de los que yo,
imprudente,
impulsos siento
de llamarme hermana,
siempre, entiendo, habrá alguno
capaz de no ceder,
de confrontar urgencias,
de revisarla bien,
no sea que equivocados
la llamen libertad
a otra celada.

Dudas que da este tiempo
de confabulaciones y emboscadas,
tensándonos en un adiestramiento,
porque hasta respirar nos amenaza..

XXI


Cárcel de la vida...

A veces me acomete
tan estrecha medida
y siento que es posible
que ensanche
si la canto.

Quisiera que me peque
la vida
de excesiva.

Al menos por un tiempo
de descansada vida
andar cansada,
mirarla color rosa
y hasta olerla
como una limpia ropa.

Tal vez pudiera darse...
sólo que la memoria
insiste
y es contraria.

XXII


Hay palabras
que amamos los poetas:
la voz resurrección,
libertad y cometa,
el giro del dolor
que ya se anuncia
en la angustiosa imagen
del abismo,
y en la inaudible fe
que a veces llama.

El brillo en el sonido
de la palabra luz,
la mágica voz luna
y el silencio severo
que en la muerte
inexplica la «r».

Hay palabras que amamos
los poetas:
dudar, amar
y paz.

Y en una,
posiblemente,
las otras se contengan.
Amada por palabra,
por hecho
y permanencia.

Amada cicatriz
que al fin termina
con el dolor rabioso
de la herida,
amada aunque nos cueste.

Amamos los poetas
a la Vida.

XXIII (Soneto a Stella)


Si me descorro todos los telones
con que voy al teatro para verte,
si le saco las trabas a mi mente
cuando acudo al despliegue de tus dones,

si enfrentando el talento que dispones
desplegara mi orgullo de tenerte:
el agradecimiento de esta suerte
me impediría gozar lo que propones.

Y voy con mi disfraz de indiferencia,
sumo mi hilo de voz entre el murmullo,
como quien va a observar desconocidos

sin otorgarles mucha trascendencia;
pero mi corazón, de tanto orgullo,
mirándote, se queda sin latidos.

(en fraterna y total sinceridad)

EXPERTAS EN CORAJE Y DUELO

A las Madres de Plaza de Mayo, 
por supuesto. 

Ellas


Era el tiempo escupido por la muerte...
Sonaba a hueso roto el rumor de los árboles...
Era la vida horizontal vestida de uniforme,
la juventud vencida de vejez y cansancio
sonriéndole al veneno disfrazado de aire.
Era el sonambulismo decretado.
La delación bien vista.
La desbordante fiesta del saqueo oficial.
Un pueblo arrodillado a punta de fusil
ante los timoratos de prestigio,
ante los chupasangres
mimetizados todos de arrogancia.
Era el tiempo del miedo.
De soportar empellones
haciendo alarde de obediencia,
amordazado con autoadhesivos
de «derechos y humanos».
Eramos la  larga caravana de silencio
contemplando la vida cuerpo a tierra
bajo la oscura luz dictatorial.

Y entonces:
Ellas...

Las vimos salir a dar la vuelta.
Vimos la lumbrarada insospechable.
Un posible futuro surgiendo de la nada.
Eran los ojos limpios.
El hilo umbilical de la Esperanza.
La amorosa sentencia inapelable.
Era la mansitud blindada.
La humildad amurallada de coraje.
Era la dignidad de pie.
El grito perpetrado
contra el asesinato y el ultraje.
Luminosa matriz del heroísmo.
La amorosa vanguardia inaugurada.
Savia y verdor de insurrección virtuosa.
Paciente y tenaz sol opuesto al hielo.

Eran Ellas:
Las Madres de la Plaza.

Alabadas sean
en el nombre del Amor,
y de los Mártires,
y del Futuro...
Amén.

Carta


Argentina, ................................................., 1978.

Aquí, la Patria bien.
Ya saben...
La han pintado con leche envenenada,
pero nadie lo nota.
La han regado con sangre derramada,
pero, tan generosa,
la ha absorbido en silencio.
Le abrieron grandes fosas,
y aparentando bocas conmovidas
se ha tragado los hijos
y las madres.
La han herido de muerte
pero agoniza intacta.

¿Qué más contarles?
El pueblo, bien.
Ya saben...
Atacado, en principio, del oído
fue perdiendo la voz,
pero trabaja.
Y se lo ve satisfecho
con el hambre.
Aún tiene raptos de gesto enrdecido,
...los ahoga en las canchas,
y el que no lo consigue
es simplemente enmudecido
para siempre.
El riesgo de pensar
ha sido controlado
felizmente.
Se come pan,
y buena carne,
se siembra, se cosecha
y nos devoran.

¿Qué más puedo contarles?
De los que ya no están
aún no hay noticias...
Y entre los que quedamos
ni se habla,
por no alterar el ritmo
que, según nos declaran,
es «derecho y humano».
Eso sí,
de los que nunca faltan
aún quedan bastantes.
¿Pretensiones?
¿Quién sabe?...
A relucientes botas
oponen pies descalzos,
a fusiles cargados
sólo pañuelos blancos...

¿Qué más puedo contar?
Van los rumores:
Que la cizaña nunca ha dado frutos
y más tarde o temprano hay que cegarla,
que hay tumbas que sólo son trincheras
desde donde la muerte dignifica la vida,
que cada hueso mutará en semilla,
que por cada mano habrá una espada
y tocarán a una por cabeza
hundiéndose en traidores y tiranos.

Madres de la Plaza


Siempre celebro poder acompañarlas...
aprender las consignas,
presentarme a las marchas,
firmar los petitorios,
estar en las pintadas.
Yo por ustedes,
Madres,
tengo enervado el corazón
los jueves por las tardes.

Sólo por el ejemplo que nos dieron
de a poco
y tambaleante,
levanté mi cabeza de las sombras,
volví a gatear con la esperanza.

Yo alzo mi voz
siempre que digo que,
pese a todo,
aún nos queda el ejemplo
de las Madres.

Con ese mismo ardor
con que me acerco,
siempre que me encolumno
hacia la Plaza
se me cuela un deseo
por el alma:

Yo, por Ustedes,
¡quiero mi verso navegante!,
¡quiero que se transforme
en un volante!,
¡quiero que sea
una vela al viento!
¡Que no lo pare nadie!

Para que no se sientan
nunca solas,
los que estén de este lado,
quiero
me donen sus palabras.

Yo quiero desprenderme
de mí misma,
  que por mi boca
hablen las bocas 
de las Madres,
que a mi través 
se noten sus heridas,
que se me transparenten 
sus desgarros.

Sólo si por mi boca
se oye el grito
de las llamadas «Locas»,
si puedo darle forma
al sentimiento
de las «Madres Coraje»,
si puedo hacer mi rima combatiente
tendré justificado
mi lenguaje. 







Heróico Corazón Materno


¡Este corazón entablillado!,
¡y este alma coja!,
esta espina vieja en el costado
¡que no afloja!

Comulgo en este estado
de desaliento
con polvo, con ceniza,
con humo y viento.

Viento y ceniza siento
contra mi pobre pecho descarnado,
en humo y polvo preso
mi agonizar esperanzado.

Entablillado el corazón
que voy llevando
se ajusta tenazmente a su misión:
andar andando.

No lo amedrentan balas encentidas
ni conjuradas botas,
ni lo apartan rosarios decretados.
Ya nada nota.

Va por un niño que se voló a gorrión
desde mi seno,
desde mi sentimiento a su pasión:
lucero pleno.

Va tras el látigo atrevido
y el silencio.
Va corazón arruga y estampido.
Va duro y recio.

Al hijo con crueldad me lo arrancaron
mas no a mi corazón,
error en el error, me lo dejaron.
Sufrirán su explosión.

Entablillado va, valiente escudo.
Es altiva denuncia su latido
señalando asesinos cobardemente mudos,
y saldrá victorioso aunque esté herido.

El Jueves


Ha dejado de ser en la semana
un día más, que el medio marca
y basta.

Hoy los jueves son santos
por ser jueves
en todas las semanas.

Es una maldición de horario fijo
del almanaque uniformado del traidor
y el asesino replegado.

Es un hostigamiento sin cuarteles,
un golpe de martillo honesto
que no falla.

Es un atizador del fuego
que cae sobre el olvido intencionado
y lo fulmina.
El jueves es el día de las Madres.
De Ellas,
¡que son más Madres cada día!

Y por Ellas el jueves es la horca
que aprieta mensualmente
a cuatro manos.

Y no cesará en ser, aunque lo intenten,
el jueves en la lucha,
un día valiente.

Un alto golpe contra el crimen,
un día enamorado
y combatiente.

Madre al Hijo Desaparecido


Yo espero tu regreso en la paciencia,
con que amasé el valor de no esperarte
y salir por las calles a buscarte
armada del valor de mi conciencia.

Yo no esperé consuelo ni clemencia
mientras clamé y lloré por encontrarte,
y le jugué a la vida, no a la muerte,
en tanto opuse paz a la violencia.u

En mí tengo un valor que no se agota,
y por vos soy un seno insatisfecho
y avengo madre de los que, en tu suerte,
contigo son vertiente que no brota.

Haré y desharé mil veces lo que he hecho,
revolveré mares, cielos y tierras para verte.
Opondré a la injusticia justicia, voz y pecho
luchando por tu vida hasta mi muerte.

Tras Ellas

Despacio y decididas dan la vuelta a la Plaza.
Y uno les mira la firmeza altiva,
uno les lee los ecos del dolor en la cara,
y admira el llanto viejo y seco que no escapa.

Uno las ve dar órdenes, agitar las columnas,
las ve arrancar sonrisas y despertar ternuras,
uno va a cobijarse a la sombra materna
que despliegan al paso de las marchas.

Uno sabe que van en duelo lento,
que el corazón les va en un pozo helado
y ciego de dolor, pero que es corazón,
que es conmovido corazón humano y desgarrado.

Uno escucha sus voces con eco de rugido,
siente el temblor que sienten de escalofrío permanente,
las ve apretar al muro de silencio el oído
y levantarle al odio el desafío imponente.

¡Qué tormento infinito que cuesta ser un héroe!
¡Madres!, qué sacrificio construir dentro ese edificio:
el edificio blindado que deja fuera el desaiento.

Uno las ve portar sus hijos en pancartas y fotos,
sabiendo que no les queda más que eso y coraje,
y sabemos que saben que caminan
sobre los huesos rotos.

Uno las ve arar día tras día
la tierra seca del olvido.
Y regarla.
Las ve reconocer y alertar al espía.
Y protegernos.
Tras ellas uno entiende que ser héroe
es más que un sacrificio,
es más que ser humano con derecho al dolor,
que es no gozar el consuelo de la vida sencilla,
que es oponerle frente alta al martillo del odio,
y es morirse en la muerte de los otros, pero en vida;
que es caminar una avenida de ausencias
sin tenderse a llorar.

Uno las ve, las oye, las escucha,
y quisiera imitarles esa vida,
tener esa medida que en la lucha
junta exacto coraje y pena desmedida.

Tener esa conciencia dolorosa y fraterna,
ese filudo y dulce fuego de metal,
esa sublevación pura y materna,
esa estrategia dura contra el mal.

Tener, digo, quisiera, como Ellas
la inequívoca y lúcida conciencia,
inconmutable como las estrellas:
la sangre derramada es nuestra herencia.

Sin Título

«Dichosos los países que no necesitan héroes»
Galileo Galilei - Bertod Brecht

Madres, que experimentaron el hierro con la piel
y con la piel el fuego y el desgarro,
y han mordido los frutos de la hiel,
un pan de piedra, sangre y barro.

Madres que llevan adelante combatida vida
y en vida de combate van hacia adelante,
conmovidas entrañas para siempre heridas,
incansable sabuesos del perdido diamante.

Madres, que se han quedado amontonando ecos
y apretando al regazo una desolación de alientos,
esclavas de un aroma que sube desde el hueco,
y desde el hueco llama con ímpetus violentos.

Madres, cada día más madres necesarias,
si pudiera borrarles el cuchillo,
volver atrás las noches y los días,
hacer el tiempo ingrávido y sencillo.

Si pudiera volverlas simplemente
a las serenas horas de rezongo y cocina,
a aquellas horas pasadas mansamente
con olores de plancha y lavandina.

Hacer el tiempo atrás y detenerlo,
apartar la traición y la indecencia,
dar de mi sangre al hijo y devolverlo,
vencer todo el olvido, toda ausencia.

Devolverlas al anónimo oficio,
a la mesa con todos,
al domingo sin faltas.
Si a voluntad pudiera
borrar tanto verdugo
y todo lo que han hecho.

Volver la carne al hueso,
la sangre a las arterias,
el corazón al pecho.

Si la voluntad pudiera
lograr este imposible afán,
librarme de este celo,
por sólo este motivo,
entregaría mi vida
con gozo y embelezo.

Ser Héroe

Ser héroe, pero serlo de veras,
más allá de discursos,
de falsa bravuconada hueca
y perpetuos aplausos.
Ser héroe, pero no de novela,
ni de historia oficial,
ni de puerta de escuela.
Ser héroe de hoy, carnal,
de vida cotidiana.
Ser un héroe en stress,
de condición mundana,
de ir por ariscas calles
repletas de neutrales
y celadas traidoras,
de hostigamientos generales
y generales corrompidos.
Ser héroe en este trance,
valerse del instinto
que es un arma gigante
contra el golpe corrupto.
Ser héroe de estos tiempos,
en esta patria herida,
ciudad paralizada
y arrasado campo.
Serlo y en tanto
no contaminarse,
dar pupila al horror
y no cegarse.
Alzar las brasas
y no carbonizarse.
Serlo en noche infinita
y gobernar la luz.
Ser como Ellas lo son:
las Madres de la Plaza.
Portar la carga
y no vencerse al peso,
ser herido de muerte
y no morirse,
   Gracias, Madres, por tanto.
   Gracias por todo eso.

Clamor de Madres


La buena sangre
¡Qué buena y generosa!
Siempre abundante.

No hay cerco que la contenga,
no hay vasija que la guarde.
La buena sangre
vertida por todas partes.

¿Dónde habrá de esconderse
tanto verdugo
de la visión terrible
de tanta sangre?

Temporal de futuro
 ¡por esa sangre!
Poner los corazones
en la balanza
 ¡por esa sangre!
Llorar sobre la tierra
 ¡por esa sangre!
Afinar el desprecio
 ¡por esa sangre!
Afirmar convicciones
 ¡por esa sangre!
¡Todo por ella!
La buena sangre
que está en espera.

Hacer comunión diaria
 con esa sangre.
Seguir con ella un curso
 de Humanidades.
Que nadie quiera perder su tiempo,
que el que se para pierde,
y el que conspira gana.

Que no haya horas vacías,
que el que descanse sueñe
 con redimirla.

Sacudir las cadenas
 ¡por esa sangre!
Agitarlas con fuerza
 ¡por esa sangre!
Con fuerza hasta arrancarlas
 ¡por esa sangre!
¡Que ya no consintamos
en derramarla!
 Por los que aún quedamos,
 por los que vienen,
 ¡basta ya de entregarles
  la buena sangre!