martes, 21 de agosto de 2012

Madres de la Plaza


Siempre celebro poder acompañarlas...
aprender las consignas,
presentarme a las marchas,
firmar los petitorios,
estar en las pintadas.
Yo por ustedes,
Madres,
tengo enervado el corazón
los jueves por las tardes.

Sólo por el ejemplo que nos dieron
de a poco
y tambaleante,
levanté mi cabeza de las sombras,
volví a gatear con la esperanza.

Yo alzo mi voz
siempre que digo que,
pese a todo,
aún nos queda el ejemplo
de las Madres.

Con ese mismo ardor
con que me acerco,
siempre que me encolumno
hacia la Plaza
se me cuela un deseo
por el alma:

Yo, por Ustedes,
¡quiero mi verso navegante!,
¡quiero que se transforme
en un volante!,
¡quiero que sea
una vela al viento!
¡Que no lo pare nadie!

Para que no se sientan
nunca solas,
los que estén de este lado,
quiero
me donen sus palabras.

Yo quiero desprenderme
de mí misma,
  que por mi boca
hablen las bocas 
de las Madres,
que a mi través 
se noten sus heridas,
que se me transparenten 
sus desgarros.

Sólo si por mi boca
se oye el grito
de las llamadas «Locas»,
si puedo darle forma
al sentimiento
de las «Madres Coraje»,
si puedo hacer mi rima combatiente
tendré justificado
mi lenguaje. 







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