viernes, 24 de agosto de 2012

VIII


ABUELAS DE PLAZA DE MAYO

Contrariados destinos
que a la sangre rebelan
y a la sangre conmueven
para que no claudique,
para que no consienta.

Una cuna terrible
con terribles arrullos
y manos de asesinos
pretende detenerlas
y no puede.

Una Plaza sin juegos,
donde se desperezan
trincheras de palomas
las vuelve más humanas,
más nítidas Abuelas.

El flanco de la estatua
quiere alcanzar la gloria
que Ellas le desmerecen
con el combate a cuestas.

Manos al fuego vivo
que aún conservan
el amoroso gesto
y ojos que envidiaría
la ternura absoluta.
Las caricias se encogen
y se alargan.
Toda la niñez tiene
perfiles parecidos
y la caricia teme
no poder concretarse.

Se le desapasiona al tiempo
su tarea:
teme andar muy ligero,
teme andar muy despacio.

Abrazos que regresan de la ausencia
y aguijonean la espera,
y se copian las caras de otras caras,
que también son ausencia,
y se piden prestadas las palabras
para espantar silencios.

Se enumeran las hojas de una historia
de la que se arrancaron
personajes a golpes,
y no consiente el hilo de la trama,
e impotente la vida clama y clama,
por restaurar los cauces destrozados.

Una trampa cerrada
espera quien la absuelva
y hasta ella se alborota
de esta instancia.
Cortezas de la vida,
mujeres como auroras
de lo que puede ser.
¡Tan hechas y derechas!
Se emociona la tarde
y se inclinan los árboles
por verlas,
se perfuma el cemento
con sus pasos,
se eclipsa el sol
de puro respetuoso,
la Plaza se estremece
contagiada de anhelos.
El hierro les envidia resistencia,
el oro empalidece ante ese brillo.

¡Válganos tanto ejemplo!
¡Tanta fosforescencia!

Mujeres entereza,
mujeres centinelas,
capaces de cambiarle
la dirección al viento.
Madres por duplicado,
amorosas Abuelas.

Habrá que cambiar vientos rutinarios,
habrá que mover cielos y montañas,
hacer del aire vientos temerarios,
habrá que encender fuegos sobre el agua,
desplazar los glaciares con las manos.
Habrá que remover neutralidades rancias,
tanto olor complaciente de inciensos
y de cirios.
Habrá que atropellar los atropellos,
cambiar los carceleros por los presos.
Habrá que subvertir los pensamientos,
y que se baje el cielo
y se interese,
y que suba la tierra
y se constele.

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