PARTE DE AUSENCIA
Hago en rigor la
diferencia:
mientras cualquier
Parte de Guerra
espera ser bien
recibido,
este Parte de Ausencia
tiene por esperanza
impedir el olvido.
MARÍA DELIA MATUTE
1985
I.
SECUESTRO
La sombra de una sorda altanería
cruzó mi habitación, cayó a mi lecho
y mi conciente sueño, vulnerado,
se volvió para siempre pesadilla.
En un golpe de sombras van mis ojos,
en un golpe de manos va mi pecho
y en lo mismo mis huesos, que no han hecho
ni ruido, cayendo contrahechos.
¿Adónde voy en estas condiciones?
si es que voy a algún lado y no es que sueño,
sé quién me arranca de ser mi propio dueño,
quién invadió mi vida y las razones.
Una jauría humana me empuja y acomete,
y me empuja contra otra que es mecánica,
un desquicio me fuerza, me somete
y estanca en la tranca metálica.
Suena el motor y suenan las pisadas,
suena una pirotecnia de impaciencia,
sobre mi bulto llueven las pedradas
de unas suelas que oprimen mi existencia.
Va la velocidad, y yo con ella,
pero yo no me voy, sólo me llevan.
Todo lo dejo atrás menos la huella.
Todo me da en doler, todo me apena.
¿Dónde está mi sudor que no me moja?
¿Dónde está mi saliva y mis latidos?
Mi aliento contra el piso se deshoja
como un otoño seco y sometido.
Me quiero defender, alzar el pecho
y la herradura aprieta y me sofoca,
la mordaza devuelve un eco estrecho
apretando rugidos de mi boca.
Tanta afrenta agudiza mis sentidos,
concentro mi atención en lo que siento.
Voy armando un reloj con los sonidos,
un tic tac de intuición y sufrimiento.
Alejaron, las ruedas que me roban,
la tierra revocada y su contorno.
Fuera de la ciudad siento me llevan,
quedo sin procedencia y sin entorno.
II. CÁRCEL – Llegada
La eléctrica matriz cesa sus tumbos
y en concordancia de manos y portazos
voy de la estancia inmóvil a otro rumbo,
ando entre los insultos y los golpazos.
Me arrojan a un eclipse sin sosiego,
a una beca insaciable que devora,
doy contra este cemento, mudo y cierto,
y soy sólo una ausencia en esta hora.
Mis ojos dan sin luz contra una tela
que aprieta más mi vida que mis ojos,
un gran presentimiento soy que hiela
mi posible vivir y mis despojos.
III. CALABOZO – Primer momento – Desorientación
Ni estoy solo, ni estoy en compañía
no registro la vida ni la muerte,
ni si aún es de noche o es de día,
todo mi alrededor es sombra inerte.
Soy una posición sin horizonte,
soy un alejamiento sin certeza,
un desaliento soy sin que me conste,
una breve rotura que progresa.
Segundo momento – Reconocimiento
Siento a mi alrededor otras ausencias:
un cultivo de carnes mutiladas,
un injerto de infierno a la inocencia,
un sagrario de estrellas violentadas.
Amparado en mi ruina y en mi nada,
contenido en miedo todavía
me da en la frente una certeza clara:
no estoy yo solo, tengo compañía.
Me alejo de mí mismo, me distancio,
y me ordeno hacia adentro,
administro el valor, mi tolerancia,
a pesar de mi estado me concentro.
Avergonzando voy mi cuerpo inmóvil
lenta, muy lentamente lo incorporo,
apenas corro la capucha indócil:
vengo a dolor así por cada poro.
Me está rodeando toda la tristeza,
arqueados mis hermanos por el hierro,
rotos están, quebrados y escupidos,
son cristales trizados con dureza.
Ellos y yo puestos a fuego lento,
puestos rabiosamente en el incendio
de esta hoguera de sombra y de cemento,
combustión del horror y del desprecio.
Este es mi calabozo innumerado,
mi asiento, tierra y lecho,
estos mis compañeros y familia,
para todos el cielo es este techo.
Esta humedad que huele a sangre
es nuestro oxígeno y nuestro aire,
y nuestro ombligo, seco por el hambre,
se saciará en mirarnos y dolernos.
No hay mucho más que ver, todo lo he visto:
las laboriosas manos mutiladas,
los transparentes ojos desprovistos,
las honrosas arterias y venas desangradas.
Me endurezco, me sobra lo que soy y lo que he sido.
Endurecidamente alzo desde el horror mi ideología,
a este cáliz siniestro opondré estremecido
cuanto aprendí: solidez, ternura y sangre fría.
Después de sopesar toda la saña,
disculpando mi miedo, mi impotencia,
ya mi razonamiento no se extraña
de este despliegue de odio y de violencia.
Ya me estoy recobrando, conociendo
que en juego este final había apostado,
sepan: de lo que soy no me arrepiento,
cuanto peleo merece ser peleado.
Cumple bien la capucha su destino
de ocultarle mi rostro a los bandidos,
sólo alumbran mis ojos un camino:
de unión y lucha de los sometidos.
Convicción y objetivo de existencia
mi fuerza desatada, poca o mucha,
contra el sistema injusto y su estrategia.
Al servicio del Pueblo yo y mi lucha.
Latinoamericana convicción
que a tantos padres debo como herencia,
llamando a nuestros pueblos a la unión
contra el imperialismo y sus agencias.
Si revolucionariamente voy
hacia un común destino libertario,
sirviéndole a mi Patria soy y doy
un sentido futuro a este calvario.
IV.
TIEMPO Y CAUTIVERIOS COMPARTIDOS
Al calor de los soles fraternales
que de mis compañeros son sus ojos,
se me olvidan tinieblas abismales
y se me olvida el frío calabozo.
Si bien en esta celda estoy tirado
tengo consuelo franco en sus miradas,
puedo, en tanto, sentirme enamorado
de esta suerte final de la celada.
La dilatada sombra carcelaria
es un presagiamiento de quebrantos,
una señal es, diaria y rutinaria,
de dolores terribles y de espanto.
Una faja de fe nos une y ata,
la misma nos alienta y nos anima;
no triunfará este hierro que nos mata,
sí triunfará este amor que nos domina.
En esta celda somos los que somos,
por no haber visitantes ni el porvenir asoma.
Un yacimiento de penas en los hombros
y orfandad en las manos amorosas.
Somos los que vinimos y se fueron,
somos los que vendrán y nos iremos,
bajo una misma sombra nos trajeron,
sobre una misma luz retornaremos.
Por mi hermano me veo en agonía,
por mi rabia y mi voz clama mi hermano,
por tanto y tants clama mi porfía:
no podrá con lo humano lo inhumano.
Ya se escucha ese ruido de ataúdes,
el resoplar feroz de los verdugos,
una sombra ocultando multitudes,
una garra ajustando nuestro yugo.
Mirándonos en un adiós de angustia,
que es una despedida para siempre,
sabiendo inapelable la sentencia
ante la bestia disfrazada de hombre.
No arrastrarán sino algunos despojos
si es que a la rastra algo nos devuelven,
un epitafio serán serán esos dos ojos,
por vergüenza la muerte no resuelve.
Conservado en la espera y consumido,
en mi desesperar ya sin remedio,
hago mi propio acecho dolorido,
suba y baja la muerte, yo en el medio.
V. SALIDA DEL CALABOZO
Y hoy me ha tocado a mí, cesó la espera.
Cuatro han venido en busca de mi suerte,
cuatro fauces abiertas, cuatro fieras.
Uno yo y débil. Ellos cuatro y fuertes.
Testigos son los muros y el cemento,
testigos mis hermanos, sus despojos,
de que llevado soy hacia el tormento:
alta llevo la frente, limpios mis ojos.
Todo es una extensión de la celada
en que la Patria exhausta se arrodilla,
y vengo a dar en carne triturada
del engranaje de armas y cuchillas.
VI. TORTURA
Piernas atadas fuertemente, y brazos,
y mi desnudo cuerpo dolorido
yace a merced de todos los zarpazos,
a merced de verdugos forajidos.
Me hablan en un lenguaje de tinieblas
que asustaría a los rayos si escucharan,
por sus fauces espumareja y niebla
y por los ojos cuervos, les escapan.
Manos vienen a mí que no son manos
sobre mi carne son sacabocados,
un aliento de boca de serpiente
viene a quemar mis ojos y mi frente.
Logran quebrar incluso hasta mis huesos,
que se me abran arterias distendidas
en un hervor de sangre dolorida.
Y hasta mi propia muerte tiene miedo.
Voy dolorosamente aguijoneado
por espolón eléctrico y caliente,
soy angustiosamente torturado
en un voltaje altísimo y ardiente.
Consciente
soy del sol.
Consciente
del futuro.
Consciente
del pasado
y el presente.
No nos
derrotarán
estoy
seguro.
Convoco a
mi corazón
y a mi
silencio.
Convoco a
la razón
y al alma mía.
Mis
armas son.
Soy el Amor
y el odio
no me toca,
ni me roza.
No me
espanta mi suerte,
mi agonía,
pulso en mi
distorsión
la luz del
día.
No lograrán
rendirme
la alegría.
Habrá un
amanecer
de cielo
constelado
de luz,
amor
y vida,
y el alma
que me arrancan,
en ese
cielo mío
que ya veo,
tendré
desperezar
de
golondrinas.
VII. ASESINADO – PARA SIEMPRE PRESENTE
Atado, amordazado y torturado,
asesinado, pero no vencido,
se le apagó la vida en el costado
no parecía muerto ni dormido.
La expectante pupila contemplaba
un seguro destino inexpugnable:
tras de la heroica huella de su sangre
la Patria Nueva y Libre comenzaba.
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Se me pone la piel de gallina...
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