miércoles, 5 de septiembre de 2012

Palabras de "Rulo", su primer novio

Stella: (...) Aunque quizás no lo entiendas yo tambien, desde las 21 del jueves pasado, estoy atontado por el golpe que recibí de boca de una de sus hijas...Quiero compartirte que nunca dejé de quererla como cuando fue MI PRIMERA NOVIA, la de la secundaria. Todavía guardo una pequeña libretita en la que escribí dia por día cada uno de nuestros encuentros, cuando debiamos escondernos de "tu viejo y el jeep de Petrosur", de los hermosos días que pase en tu casa, casi la mía, y de los encuentros familiares en la casa de tus tíos esperando el carneo... La buscaba con el pensamiento cada vez que iba a Baires y la encontré al leer en un baño de la Cámara de Diputados el staff de una revista de Electrónica, donde trabajaba, y la llame y al dia siguiente nos volvimos a ver por esas cosas fantásticas de la vida, y en no mas de tres horas nos contamos los treinta años que habíamos estado lejos... A partir de ahi esta maravillosa herramienta que es el correo electrónico nos mantuvo unidos a la distancia, recuperando el cariño por nosotros y por una causa noble por la cual justificar el paso por la vida...Y nos volvimos alegrar a partir del 2003 día a día con lo que le iba pasando a nuestra sufrida y querida Patria... En eso estábamos cuando el silencio se apoderó, desde los primeros días de este agosto, de este espacio virtual pero cargado de afectos, y me empezó a aparecer una duda sabiendo de su frágil salud y quise confirmar mis sospechas y el martes 28, antes de partir para Baires le mande un correo preguntándole qué le pasaba y que iba a estar allí tres dias...Al llegar al hotel y no tener respuesta al correo le llame a su celular el que respondía el contestador, y así llegue a la MALDITA noche del jueves cuando terriblemente se cayeron todas las dudas... (...)


(15 años tenía Delia en esta foto)


POEMA XI
(a Rulo, amor adolescente)

Yo me vuelvo a una siesta polvorienta,

veinte veces atrás,
                                    años contando.
Irrumpo en un verano,
                                    y en tus manos,
y a la sombra de talas majestuosos
voy de nuevo a esconder
                                    nuestros rubores,
nuestra intención tan tibia
                                    y vergonzosa.

¿Recordarás mi risa en guardapolvo?
¿Mis rígidas chapecas escolares?
¿El blazer oficial y obligatorio?
Y aquellos besos míos,
                                    y el impulso atajado
                                    apenas un destello, presuroso…

Yo recuerdo aquel viento tan caliente,
aquellas rabonas necesarias,
aquella calle umbrosa y silenciosa,
tan lejana del pueblo y las miradas…

Hoy no sabría indicar
                                    dónde quedaba…
¿Recuerdas cómo llegar a ella
después de tantos años?
                                    Yo me iba tras de ti…
Me viene a la memoria un alambrado.
Lo cruzábamos saltando por encima,
ahí me dabas la mano,
y de allí en más,
                                    ni yo la retiraba
                                    ni vos me la soltabas.
Y andábamos un rato entre los surcos,
la altura de las viñas nos tapaba,
pero el sol, y aquel azul intenso,
nos hacían sentir como en la plaza,
                                    a merced de los chismes,
                                    a riesgo de mirones,
y andábamos callados y ligeros.

Le arrancábamos ambos
                                    un racimo al viñedo,
y nos lo intercambiábamos risueños,
y por no desprendernos de las manos,
arrancábamos granos a mordiscos,
y comíamos un dulce
                                    siempre amargo,
comparado al idilio
                                    que gozábamos.

Y al final de la viña
aquel camino,
bordeado de talas tan robustos,
tan de copas unidas,
que formaban una larga bóveda
por la que caminábamos sin prisa.

Y allí un hilo de besos...
a darnos manotazos contenidos,
y a ver qué tal encaja
tu mano en mi cintura.

Tropezándonos entre nosotros
                                    íbamos,
pero sin detenernos,
por miedo, por precaución tal vez,
                                    pero encendidos.

Al fin de aquel camino
todo un lujo de sol nos detenía.
Pegábamos la vuelta
                                    de la mano,
y de a poco, otra vez a lo mismo.

Y a cruzar el viñedo,
            y robar el racimo
            y mirarnos la risa,
            y soltarnos las manos,
            y cruzar todo el pueblo
            y esperar desde entonces
                                    otro día propicio.

Hasta aquél,
                        que ni uno ni otro
                        supo que sería el último.

De allí nos dimos a otros rumbos.
De vos nada he sabido,
de mí, al cabo, no mucho.

Me fui de aquellas siestas
eléctricas de sol, viñedo y talas,
a otras siestas de alarmas,
de escaleras mecánicas,
de pujas, competencias y cemento.

No niego que he vivido.
Pero agregar más luz
                                    ¿a aquel destello?
                        ¿más paz a aquel retiro?
                        ¿más gozo a aquella plenitud?
                        ¿más alegría a aquella dicha intensa?
                        ¿Cómo podría?

Sólo así,
            volviendo en el recuerdo
                        veinte veces atrás,
                                    años contando.
(MDM - 1994)


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