lunes, 12 de mayo de 2014

Helada exactitud / 21 meses



El 13 de mayo de 2012 fue un domingo intenso.

En el mismo día un amigo muy querido entró en un complejo laberinto de oscuridades y mi pichón desplegó sus maduras alas y emprendió el vuelo hacia la adultez.

Esa noche me ganaron las emociones, qué novedad, y lloré a mares colgada al teléfono con Delia del otro lado tratando de consolarme. Allí estaba ella con su eterna sabia palabra enseñando a esta boludaza inmadura, resistente al crecimiento, que la vida es así. Que a veces duele, que a veces premia, que la única forma de retener es soltar, que el camino más profundo suele ser el más solitario. Puedo oír su voz, entre preocupada y risueña, recitando amores para alcanzarme consuelo.

Dos exactos meses después de aquel domingo, la vida (o más bien la muerte) ofrecía a mi existencia, y a la de todos los que la amábamos, el más brutal de los zarpazos en el exacto centro del alma. Hace hoy dos años exactos de aquella conversación. Hace hoy exactos 21 meses que me falta. Que nos falta.

Exactitud maldita, exactitud que hiela.

Mi amigo salió del laberinto, mi hijo planea en alto vuelo.

Y Delia tenía razón. A veces duele, a veces premia. Pero el dolor duele dos veces y el premio también duele ahora con su ausencia. No tengo su voz para enseñarme, para aliviarme. No tengo su palabra. No la tengo. Y yo sigo siendo esta boludaza inmadura, resistente al crecimiento, que levanta el teléfono, marca su número buscando cobijo y llora. Ahora sin consuelo.

1 comentario:

  1. En alguna vuelta de aquel laberinto, tus palabras contienen, querida mía! Contienen a Delia, la honran, y me abrazan. Gracias!

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