A punta de penas una va ordenando la tristeza. Y duele. Sigue doliendo como si las noches no se hubieran sucedido en insomnios y pesadillas. El tiempo no es aún el aliado prometido y sigue siendo todavía un amargo enemigo. Difícil es darle a la ausencia un lugar definitivo. Imposible, diría. La ausencia se vuelve piel en mi piel y descansa vital en mi costado. Y es arrobo constante.
Trece de enero... Diecisiete meses. Ilimitados. Neurálgicos.
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